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Posts Tagged ‘Revista Web de Análisis’

Decir en un foro internacional del tamaño de la que se realiza en Davos, Suiza cosas como: la inseguridad en algunas zonas de México no es una cuestión privativa de nuestro país y que daña al continente latinoamericano; y sobre todo proponer a los grupos llamados autodefensas a incorporarse a la fuerza pública para ayudar a acabar con la violencia en Michoacán, son dos ideas por lo menos equivocadas o dicho más francamente, falsas y/o evasivas de la realidad, que hizo el presidente de México, Enrique Peña Nieto.

Es claro que se trata principalmente de piezas oratorias las que el mandatario mexicano fue a lanzar a este importante foro económico mundial. El regreso del PRI a la presidencia, implicó también, el retorno de ese discurso impostado y edulcorado que tanto gusta a los miembros del tricolor, ese estilo tan de moda en los concursos de oratoria que hasta los años ochentas o noventas eran lo que formaban a los cuadros del tricolor que posteriormente se volverían gobernantes o legisladores.

Era obvio que lo que tenía que hacer Peña Nieto era mostrar las bondades de las grandes reformas que se han hecho en este primer año de su gobierno, reformas que por cierto eran por demás necesarias y urgentes, que significan sin duda una gran avance en lo político, pero que aún están por mostrarse en sus beneficios en lo económico.

Sin embargo en su intervención la prensa mexicana destaco dos cosas: primero sus líneas dedicadas a la inseguridad, luego de una pregunta expresa sobre el tema:

“…Dicho sea de paso, no es privativo de México, es privativo de una región que enfrenta grandes retos en materia de seguridad, y me refiero a toda la región de América Latina. Los niveles de inseguridad que varios países enfrentan en esta región cada vez se han venido acentuando, y México tiene sus propios retos y sus propios desafíos”.

Aquí vale aplicar un dicho popular no sé si sea muy mexicano, pero si muy utilizado en nuestras tierras entre nuestros ancestros: “mal de muchos, consuelo de tontos”. Sin ofender.

En este mundo contemporáneo es claro que fenómenos sociales como la delincuencia, son globales. Pero en este caso implicar en la problemática de la inseguridad en México a todos los países de América Latina, es una manera de evadir la responsabilidad sobre lo que el estado mexicano no ha sabido hacer. Además, bien visto, la problemática delincuencial en México está más vinculada a nuestra frontera norte, la que nos une a Estados Unidos (por donde salen drogas, migrantes; y entran armas y más armas), que a nuestra relación con los países de centro y del sur de América. Pero claro, corresponsabilizar a nuestros vecinos del norte de la problemática de la seguridad en México, era políticamente incorrecto en un foro económico como ese.

Por otro lado, el mandatario mexicano “invitó” a aquellos que integran las llamadas “autodefensas” principalmente en el estado de Michoacán a integrarse a los cuerpos de seguridad del estado: “Hemos convocando a aquéllos que quieran participar en las tareas de seguridad, que lo hagan atendiendo a los principios de la ley, para ser parte de los cuerpos de seguridad”,

Es una pésima lectura de la realidad michoacana, pensar que los llamados grupos de autodefensa, policías o guardias comunitarios, se están armando y haciendo funciones de vigilancia por que quieren integrarse a los cuerpos de seguridad. Es absurdo.

Cualquiera que haya escuchado con mediana atención a las personas que en Michoacán se han armado y organizado para defenderse e incluso atacar a un grupo delincuencial, se dan cuenta que lo hicieron orillados por la situación de inseguridad, de vulnerabilidad  y de desasosiego que de hecho vivían, ante la clara inoperancia —y a veces con la complacencia— de los cuerpos policiacos encargados de su seguridad. Incluso puede que haya entre las filas de las llamadas autodefensas, grupos de interés vinculados a otros grupos delincuenciales que se estén aprovechando de esta terrible situación.

Pero de ninguna manera se puede pensar que estos grupos lo que desean es ser policías. Insisto es una pésima lectura, que si viniera de algún cuadro medio gubernamental podría ser entendible y discutible, pero que venga del presidente de la república, es un motivo más de preocupación que debemos tener por la situación deplorable en la que se encuentra el hermano estado de Michoacán.

Lo que debió hacer es reconocer los errores propios y los de las anteriores administraciones panistas y priistas, hablar de las soluciones en construcción y garantizar su eficacia en el futuro, vincular la política social y educativa a las inevitables soluciones de fuerza, pero sobre todo reconocer plenamente la problemática y no buscar minimizarla o repartirla.

Así las cosas, lo que me temo es que estos dos desaciertos presidenciales lo que muestran es que el actual Poder Ejecutivo Federal, todavía no acierta a saber qué hacer para resolver de fondo el grave caso de Michoacán y lo que estamos viendo son simplemente, respuestas a bote pronto y soluciones a medias. Pero ¿México merece soluciones a medias en materia de seguridad?
Creo que no. (José Luis Benítez Armas)

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José Luis Benítez Armas

Crece la accesibilidad del internet y el uso del computador en México, sin embargo todavía existe un gran porcentaje de mexicanos que viven con un claro rezago en esta materia y lo que es aún más preocupante, existe mucha desigualdad en las zonas geográficas nacionales, entre el norte y el sur.

Esto según la Encuesta en Hogares sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información, que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en abril pasado y cuyos datos se dieron a conocer este día.

Las cifras en total nos dicen que son 49.4 millones las personas que son usuarios de una computadora y 46.0 millones utilizan Internet en el país. Si se calcula que el número de habitantes en México es de aproximadamente 115 millones, esto nos refleja que muy por debajo de la mitad de los ciudadanos de nuestro país tienen acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) modernas.

Mientras en entidades como Baja California, Baja California Sur y el DF, poco más de la mitad de sus habitantes por hogar tienen acceso a una computadora y a la conectividad en web, en estados como Oaxaca y Chiapas apenas dos de cada 10 familias lo tienen.

Otro dato importante es que la accesibilidad de la comunicación vía televisión abierta sigue siendo la más importante: mientras el 35.8% de los hogares mexicanos declararon tener computadora y el 30.7% (un total de 9.5 millones de hogares) acceso a internet, el 94.9% de los hogares nacionales señalaron tener televisor, el 36.7% con acceso a televisión de paga.

También es de destacar el número de hogares que declararon tener sólo aparatos de televisión analógica (el 69.0%), pensando sobre todo en que México empezó en este año a hacer su mudanza hacia la televisión digital, siendo que solo el 25.8% apuntó que posee televisor digital.

Otros datos interesantes son: del conjunto de usuarios de la web, el grupo de población de entre 12 a 34 años, es el que más utiliza el servicio de internet, con una participación del 62.6 por ciento.

Los usuarios más frecuentemente reportaron en el 2013, que cibernavegaron en el hogar (58.9%), en un sitio público (33.0%) y en el trabajo (22.7%).

En cuanto a los datos de usuarios de computadora por sexo, los hombres tienen una participación del 49.9% y las mujeres el 50.1%; en cuanto a usuarios de internet las mujeres representan el 50.0% y los hombres el 50.0 por ciento.

Considerando los tres principales usos de Internet, predominaron los que la emplearon para obtener información de carácter general (64.3%), luego el grupo que la utilizó para realizar actividades de comunicación como mensajería o recibir o enviar emails (42.1%), para actividades lúdicas o de entretenimiento (36.2%), y de los que la emplearon para actividades escolares (35.1%)

Estas cifras nos indican que el uso de la web en México como herramienta de comunicación, información, comercialización, organización, difusión tienen aún un gran potencial.

MÁS INFORMACIÓN EN:

http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/Boletines/Boletin/Comunicados/Especiales/2013/noviembre/comunica46.pdf

luisbenitez22@hotmail.com

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crítica al periodismo en nexos

José Luis Benítez Armas

Me gustó haber formado parte del periodismo mexicano. La chamba diaria, el dilema cotidiano, la decisión implacable ante los tiempos siempre igual de implacables, el ritmo incesante como jefe de redacción que empezaba siempre sonriente a las dos o tres de la tarde, pero que a las cinco empezaba a ser risa nerviosa; para las 9 de la noche eso devenía en un cóctel de neurosis a punto de desbordar y después de la una de la mañana, toda la redacción se convertía en una especie de trouppé fellinesco, demente y desbocada que sólo añoraba el cierre de edición para emprender la huida ya con el cerebro exprimido y el hígado sudado y seco.

Todo esto para que al día siguiente se siguiera como en un estricto script de comedia, el mismo guión y la misma rutina. Pero no era aburrido, siempre en el día a día en medio de esto que parecía una sesión equilibrada entre el script y la improvisación, había novedades, nuevos retos, nuevos galimatías, novedosas disyuntivas, encrucijadas de las que muchas veces dependía seguir con la chamba, o no. En fin. Era bueno y sobre todo, divertido y entretenido.

Además se tenía la oportunidad de conocer a personajes de diversa y variopinta catadura, lo mismo legítimos soñadores de un mundo mejor, que caraduras oportunistas y serviles; u hombres de trabajo y esfuerzo, lo mismo que a flojonazos profesionales; a mujeres y hombres cabales y honestos, que a corruptos plumíferos recolectores de sobres amarillos. De todo, como lo hay en todos lados.

Insisto: me gustó ser periodista en México por cerca de 25 años.

Sin embargo debo admitir que ahora me gusta ser experiodista. Sobre todo después de leer el magnífico artículo de Fernando Escalante Gonzalbo que publica Nexos de agosto (2013), en donde hace un demoledor diagnóstico de la prensa mexicana, muy puntual, cruel, detallado, meticuloso y hasta cizañoso. Pero agradecible, porque la prensa mexicana (la escrita, pero también toda la demás, que de alguna u otra manera abreva informativamente de aquella y la replica) vive un periodo de autismo, de falta de autocrítica, de un envalentonamiento ciego y de una auto victimización estéril, que poco o nada aporta a la construcción de este nuestro contradictorio México actual.

La sociedad en México ha avanzado, lento y no en todo lo que todos quisiéramos. Pero ha avanzado con respecto al México de hace 25 años. Pero nuestra prensa sigue viviendo como en los tiempos del partido único, autoritario y bienhechor (cuando gobernaba el “ogro filantrópico”, que bautizó Octavio Paz).

Por ello me permito algunas reflexiones sobre dicho artículo.

La misma mención de “utilidad” de la prensa, de la existencia o no de la famosa “responsabilidad social”, de la ética del informador, a más de uno de nuestros aguerridos periodistas mexicanos, seguro le despertará la molestia, sino es que la ira. Prevalece la idea —falsa, creo yo—, de que la prensa es “el fiel espejo de la sociedad mexicana”. Es decir: la prensa es mala y negativa, porque refleja a una sociedad mexicana igual de desastrosa.

Ya Gramsci lo apuntaba por los años veinte del pasado siglo: la prensa forma parte del Estado, como ente aglutinador, informador y masificador de la llamada opinión pública.

Pero es un hecho. Aquel que trabaja para un medio no se puede auto definir como “ciudadano común y corriente”. Y menos si se tiene una responsabilidad mayor dentro de un medio. Para bien o para mal, formar parte de un medio de comunicación te hace diferente. Lo mismo te ahorra filas en dependencias oficiales, te ayuda para tratos preferenciales en las burocracias o hasta te da el derecho de picaporte (si encumbrado en la prensa estás) ante ciertas altas oficinas del servicio público. Es decir, no eres el ciudadano común.

Habrá alguno que diga que él no se dejó seducir por esta excepcionalidad, pero de una u otra manera los periodistas mexicanos caemos en eso alguna vez y de algún modo. Basta ver aquellos informadores que se indignan cuando no los dejan estar donde les plazca en algún evento público. Esa es una manera de sentirse también privilegiado.

Pero hoy también por esa misma razón de excepcionalidad, los miembros de la prensa están en la mira de algunos malososlos malandros, dicen en Michoacán—, al formar parte del establishment social de nuestro país, como los funcionarios públicos, su apoyo, silencio o complicidad, les sirve, les es útil. Y al igual que a estos, en las zonas calientes se les aplica la “ley de Herodes” del crimen: “o plata… o plomo”.

O en las manifestaciones de los “movimientos populares” (estilo CNTE, atenecos, anarketos, antorchistas y demás), también se vuelven el blanco de agresiones, pues son vistos como “agentes” del gobierno o del poder político, de manera injusta porque como sabemos lo que conocemos cómo se maneja una redacción de un medio, tenemos claro que los reporteros y fotógrafos que están en la calle, tienen poca responsabilidad en cómo se presenta la información (cabeceo, jerarquización de información, pies de foto, etcétera), que es más responsabilidad de directores y dueños de medios.

Como críticos del régimen o aduladores, como opositores o como voceros oficialistas, de un partido o el otro, pro demócratas o autoritarios, como sea: la prensa (los medios de información) y quienes en ellos trabajan, forman parte del espectro político y en él abrevan. Lo quieran o no.

Y esta escasa aportación y falta de una agenda original, de verdadero periodismo de investigación de la prensa mexicana, se puede ver en la actualidad en uno de los grandes debates nacionales que ocupa día a día muchos de los grandes titulares: la reforma energética.

El maniqueísmo, la simpleza, la superficialidad, la falta de argumentos, la constante cita de consignas más que de ideas o conceptos es lo que ocupa y entretiene a la prensa nacional: dígase diarios, noticieros de radio y televisión y hasta las páginas web.

El gran futuro económico de México en las portadas de la prensa mexicana pende sólo de las viejas luchas entre “privatizadores” contra “nacionalistas”, “cardenismo” contra “peñanietismo”, “mexicanos” contra los “extranjeros”, etcétera.

“La prensa mexicana no está organizada para informar. Por eso informa mal, poco, de manera sesgada, confusa, superficial y tramposa…” dice Fernando Escalante y tiene razón.

Claro está que su análisis lo hace tomando como única referencia al mal llamado “periodismo nacional”, es decir aquellos diarios y medios que editados o transmitidos desde el DF ofrecen su perspectiva periodística “nacional”.

Creo que el centralismo que en México aún pesa mucho en diversos sectores, domina en el ámbito periodístico. A lo largo y ancho del país hay una variopinta variedad de medios de información, muchos de ellos podrían hablarnos de otra realidad de la prensa nacional. Sin embargo, para ser realistas y sinceros, la inmensa mayoría de la oferta mediática del país se puede ubicar por más o menos, dentro del esquema que bien critica Escalante Gonzalbo.

A la larga será difícil que se pueda crear otro modelo de negocio fuera de este esquema que hace depender a los medios mexicanos, no de sus lectores en primera instancia, sino de sus anunciantes, como sucede hasta hoy.

Pero no todo está perdido. La prensa civilista o ciudadana aunque no tiene hoy sitio en el panorama mexicano, ahora con la masificación de las redes sociales y los medios alternativos que la web cobija, se empiece a gestar algo cercano a medios informativos que le deben fidelidad última a sus lectores o audiencia, así como debería haber medios en México desde hace tiempo.

Bien por el maestro Fernando Escalante, ojalá que por lo menos algunos personajes del periodismo tomaran este artículo como punto de partida para una profunda autocrítica y reflexión de la tarea periodística y sus objetivos en México. Muchas de las acechanzas contra la prensa y sus informadores, podría tener explicación y arranques de solución con un ejercicio como éste.

Pero lo veo de verdad difícil. Basta ver que ya un mes que se publicó el artículo en cuestión y no veo a nadie que alce la mano para pedir la palabra. Muchos de los personajes encumbrados e influyentes de los medios viven en una zona de confort del que difícilmente van a salir. Total, forman parte del establishment político y las urgencias nacionales, no son las suyas.

luisbenitez22@hotmail.com

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José Luis Benítez Armas

“A quien no le guste el calor, que no se meta a la cocina”,

del refranero político poblano

La periodista Carmen Aristegui ha sido un puntal del periodismo crítico por televisión en México en los últimos diez años. Para llegar a esto tuvo que hacerse de una carrera periodística en mucho forjada en Imevisión (lo que hoy es TV Azteca, cuando era propiedad del gobierno federal) y en la propia Televisa, donde fue comentarista en la pantalla chica y en la radio.

Nadie como ella sabe y entiende lo que es ejercer la opinión periodísticamente libre en el país y como esta ha ido evolucionado en los últimos 25 años. Conoce bien lo que es hacer periodismo y generar opinión en cualquier tema, dentro de los medios electrónicos mexicanos, casi todos controlados por empresas privadas (algunos son estatales, los menos). Ella sabe lo que es estar haciendo periodismo, bajo las normas del negocio privado.

Por todo lo anterior me extraña su encono en contra del dirigente de la Cámara Nacional de la Industria de Telecomunicaciones por Cable (Canitec), Alejandro Puente Córdoba, quien publicó -eso sí con un gran despliegue de recursos-, un desplegado en el que hace duras críticas a la labor informativa de Aristegui, en el que como argumento central expone que la periodista está al servicio del poderosísimo empresario, Carlos Slim, luego de la entrevista que aquella le hiciera a Enrique Peña Nieto, en el que este negó ser “hechura” de Televisa, hablando sobre los candentes temas que siguen en debate sobre las telecomunicaciones y su marco jurídico.

La molestia de Carmen Aristegui ha sido tan grande, que le ha dedicado horas de su programa informativo en MVS (radio y TV) por las mañanas, en denostar y desprestigiar a Alejandro Puente, quien por cierto es candidato plurinominal a la senaduría por el Movimiento Progresista, postulado por el Movimiento Ciudadano (ex Partido Convergencia).

Siendo ella –Aristegui- una clara representante del periodismo de izquierda en México, obviamente se ha sentido en cierta manera traicionada, al tener en las filas de sus aspirantes a legisladores, a un detractor, como Alejandro Puente. Por ello se he dedicado a presionar al Movimiento Progresista e incluso al candidato a la presidencia de la república, Andrés Manuel López Obrador, para que se deslinden de este candidato y si se puede que quiten la nominación.

Lo que más me extraña es su molestia ante la crítica, siendo ella una usufructuaria nacional de esta. Ella la ha usado para cuestionar a las más altas esferas del poder, para interrogar a los personajes más disímbolos del acontecer nacional. Por todo esto, ella se debe entender también expuesta a estas críticas y por lo tanto, debería estar dispuesta a enfrentarlas con argumentos y con su labor diaria, sobre todo entendiendo que ella es una privilegiada al tener una tribuna cotidiana, con un gran público cautivo que le sigue y le cree, fruto esto de su larga labor periodística.

Para qué recurrir al viejo expediente de linchar al mensajero, de denostar al portador del mensaje, y no mejor, enfrentar las críticas con más y mejor periodismo, que lo sabe hacer bien.

Viejo conflicto, enmascarado

Y es que en recientes días hemos visto varias etapas de un conflicto mediático que involucra a la reconocida periodista Carmen Aristegui y al dirigente de la Cámara Nacional de la Industria de Telecomunicaciones por Cable (Canitec), Alejandro Puente Córdoba, que esconde claramente un viejo conflicto comercial y económico entre, el tradicional sector que posee las televisoras más importantes del país y un segundo grupo de empresarios que quieren abrir ese mismo sector a una competencia más abierta y sana.

En el primer grupo están Televisa y TV Azteca al frente, quienes desde hace décadas han ostentado el liderazgo del mercado, tanto de la televisión de señal abierta como la de cable (o de paga). Ese liderazgo se forjó en mucho en las décadas del poder del partido único (PRI), quien les prolijo protección y cuantiosos recursos económicos, además de un marco jurídico que les facilitara su condición monopólica, todo a cambio de una labor informativa a modo, acrítica y escasamente inteligente (TV Azteca fue otra ganga de la gran venta de garaje que hizo el régimen priista, esta comprada por Ricardo Salinas Pliego, hoy por cierto también entre los más ricos del mundo).

El segundo grupo esta cobijado bajo el manto protector del empresario más rico del mundo: Carlos Slim. Por cierto, quien también forjó en mucho su demencial riqueza gracias a que adquirió –en los inefables tiempos priistas- a precio módico un monopolio de las comunicaciones (Telmex), que le permitió tener una base sólida para su espectacular despegue empresarial y su vertiginoso crecimiento, que hoy asombra al mundo de los negocios.

Es claro que atrás de este conflicto Aristegui-Puente, está otro mayor entre estos dos poderosos grupos económicos, que luchan como cualquier empresario por hacer crecer a toda costa, el negocio propio.

La pregunta que queda es: ¿Algunos de estos dos grupos de interés, representan de verdad los intereses nacionales?

Yo creo que no.

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José Luis Benítez Armas

Mucho se habla en los medios acerca de la libertad de expresión, el derecho a la información, la censura, etcétera ¿Pero qué es la libertad de expresión en los medios de comunicación? Para empezar hay que distinguir la libertad de pensamiento, de expresión y la libertad de prensa en México.

La libertad de pensamiento no se puede legislar, pues el estado no puede supervisar el cerebro de sus ciudadanos. Por lo menos hasta ahora. La libertad de expresión está garantizada con el derecho constitucional a tener y compartir ideas filosóficas, políticas, sociales o religiosas de cualquier tipo. Claro está, siempre y cuando en su ejercicio no se atente a la moral pública, se cometa o se incite a cometer delito alguno, se dañe a terceros o no se altere el orden público. Habría que precisar o más bien actualizar lo que entendemos primero por moral; el daño a terceros y finalmente alterar el orden público. De ser así, puede ser que sólo con la limitante de no cometer delito alguno, sea suficiente.

Seguimos: la libertad de expresión es el derecho de cualquier ciudadano para opinar, decir o hablar de cualquier tema o asunto. Nos remitimos a la constitución mexicana:

“Art. 6º. La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”. (A este precepto se le adicionó la siguiente parte por decreto de fecha 1º. de diciembre de 1977: “…el derecho a la información será garantizado por el estado”)*

Pero otra cosa muy diferente es si esa opinión o punto de vista “merece” difundirse en algún medio de comunicación. No es lo mismo ejercer nuestra libertad de expresión en una conversación de sobremesa, en una aula universitaria, en una asamblea partidista, etcétera; y otra muy diferente plantarse expresar tus opiniones, acusaciones o reflexiones, en un medio masivo de comunicación.

Siempre habrá un filtro que aplican todos medios para seleccionar el material que publican, hasta los que se dicen más plurales y más representativos de la opinión pública; siempre habrá un tamiz el cual ponen los que dirigen los medios, para decidir qué material se publica y cuál no; no hay ningún medio que no aplique esta restricción. Además están en su derecho.

Así pues, esta libertad de expresión tiene en los propios medios y sus muy particulares criterios, el primer filtro que hace que esta no sea “total e irrestricta”. La libertad de expresión es acotada de alguna manera, al ejercer los medios su derecho a seleccionar el material que publica o presenta, es decir ejercer su libertad de prensa.

Entonces surge la pregunta: aquellos periodistas o comunicadores que se oponen a cualquier legislación en torno a la información y los medios, ¿a qué idea de libertad de expresión “total e irrestricta” se refieren?

La idea de ejercer la libertad de prensa con la premisa de “dejar hacer, dejar pasar”, como hasta ahora lo ha hecho la administración federal actual –es decir, que es mejor permitir que se excedan los medios, a regularlos–, es primeramente peligrosa para los propios medios, pues ahora la labor periodística se ha visto en medio de fuertes problemas y conflictos sociales, y cada vez con más frecuencia se presentan casos de agresiones a trabajadores de los medios.

Por lo tanto, debemos entender que la labor informativa debe estar en un marco jurídico, como lo están muchas otras actividades como la medicina, la ingeniería civil, la química o cualquier otra actividad que implique una responsabilidad. Los medios podemos darnos un código ético como sucede en los profesionales de otros rubros, pero esto no se contrapone con la creación de una ley que coloque claramente derechos y obligaciones de los medios.

Dicho lo anterior, hacemos las siguientes preguntas: ¿porqué la labor periodística tendría que estar exenta de una regulación jurídica, como la tienen cualquier otra actividad? Porqué después de todo, ¿quién o qué le da a los medios el derecho de seleccionar el material que publica?

Hay quien afirma que sólo con el código de ética y con el tiempo, la prensa encontrará como por generación espontánea su lugar y su credibilidad y el amable lector y la audiencia, castigará con su indiferencia a aquellos medios que abusen, que tergiversen, que pierdan su objetividad.

Tener este marco jurídico va a permitir que cualquier ciudadano se defienda si se siente afectado por alguna información o por el ejercicio informativo; pero también va permitir que los periodistas tengamos los elementos legales para defender nuestro trabajo de cualquier abuso, ataque o censura.

El tema es difícil y complejo, sin embargo creo que es necesario que en este marco de transición democrática, los medios también reflexionemos sobre la conveniencia de hacer cambios y adecuarlos a los nuevos tiempos. Es por el bien de la sociedad y de los medios.

Cualquier ciudadano tiene derecho a expresar sus puntos de vista acerca de cualquier tema y de hecho en las reuniones familiares son comunes las discusiones políticas de sobremesa en donde todos expresamos nuestros puntos de vista, especulamos sobre la corrupción, sobre la UNAM, sobre la carestía de la vida, y demás. De hecho los mexicanos ejercemos este derecho en nuestros hogares, centros de trabajo y lugares de reunión social.

En el caso de los medios, nos enfrentamos ante la cuestión de que si el ejercer el derecho a la información, es que cualquier ciudadano tenga derecho a hablar de cualquier tema en cualquier momento.

En sentido estricto y apegándonos al artículo de la constitución mexicana antes mencionado, podríamos decir que sí, que cualquier debería de ejercer el derecho a decir o escribir a través de algún medio de lo piense de tal o cual cosa. Pero entonces los medios de comunicación serían insuficientes para darle espacio a las opiniones distintas y diversas que cualquiera de los millones de ciudadanos pueden tener.

Evidentemente esto es imposible; así las cosas los medios de comunicación por obligación y por organización «nos reservamos el derecho de admisión». Digamos que nos adjudicamos el derecho de seleccionar las opiniones que se publican. Claro que hay una serie de espacios para ejercer derechos como el de réplica –es decir la oportunidad de responder en el mismo espacio a alguna información en la que se vea uno involucrado–, las cartas al director, que obligan a casi todos los medios –desgraciadamente hay excepciones sobre todo en medios electrónicos en cuyos casos aún no hay una legislación específica– a dar oportunidad de responder a acusaciones o menciones que puedan perjudicar a un ciudadano.

Así pues, los que trabajamos en los medios tenemos que ejercer el derecho de seleccionar el material que se publica o se trasmite; luego entonces no podemos permitir que se publique todo lo que nos envían. ¿Pero esto es una flagelación a la libertad de expresión?

Claro que no, porque si permitiéramos que todos opinaran de todo y sobre todo, los medios serían una «eterna cena de negros», un ensordecedor trinar de opiniones que difícilmente podría ser digerido por un lector, un radioescucha o televidente.

Así podemos aventurar algunos apuntes para acercarnos a una definición de lo que es la libertad de expresión.

La libertad de expresión al igual que la tolerancia, se ejerce; es decir, cada día y ante cada hecho, en nuestro trabajo periodístico se pone y se pondrá siempre a prueba nuestra tolerancia y apoyados en esta y en el equilibrio, podremos ejercer responsablemente la libertad de expresión.

Así pues, la máxima expresión de la libertad de expresión no es que cualquiera pueda orinarse en las paredes tapizadas de propaganda priista; sino externar con razones y con hechos, críticas y comentarios, a favor o en contra, para defender o censurar, etcétera.

Así los medios ya rebasamos aquella etapa en la que, ejercer el derecho a la información era hablar mal del PRI o del gobierno. Esa era la prueba de fuego para que cualquier medio verdaderamente comprobara que era independiente y que ejercía su libertad de expresión.

Hoy hablar mal del gobierno puede ser tan rentable como antes era hablar bien de él. Y de hecho hay medios de información cuya línea editorial es precisamente esa.

Que un medio de comunicación se proponga defender el ideario de un partido político, cualquiera que este sea, no es malo de suyo. De hecho hay diarios en todo el mundo que son los medios oficiales de expresión de partidos políticos. Lo mismo también en el caso de que un medio se proponga alabar y defender al gobierno, no es malo de suyo. Lo malo sería que todos los medios se dedicaran a defender a un solo partido o a alabar al gobierno, como de hecho sucedía en nuestro país hace algunos años.

Hoy es diferente. Encontramos en los medios de comunicación, lo mismo diarios o medios críticos y otros dispuestos a defender al gobierno. El mito de que al presidente de la república o la virgen de Guadalupe no se les tocaba, ha caído. Hay diarios como La Jornada, que se dedican sistemáticamente a hacer escarnio a través de caricaturas, del primer mandatario, sin que nadie diga nada. Pero insisto, esto no es malo ni negativo, al contrario, eso demuestra que en México, sí se ejerce la libertad de expresión.

Los medios en conjunto ofrecen a la sociedad una variedad de puntos de vista, en los que se aprecien opiniones diversas y contrarias en muchos casos. Así las cosas, por fortuna podemos asegurar que nuestro país ha avanzado mucho en eso.

*Texto escrito en el año 1998, pero que recoge inquietudes que a pesar del tiempo siguen siendo vigentes, aunque algunas otras refleciones estimo ya están rebasadas. Con todo creo que es rescatable.

 

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Interesantísima disertación de Soledad Gallegos Díaz, periodista de El País sobre la vigencia y los cambios que está sufriendo hoy el periodismo en el mundo. Desde el sugerente título de su ponencia “Si te van a matar, no te suicides”, hace reflexiones magníficas sobre la pertinencia del oficio periodístico frente a los fenómenos de la comunicación actual.

Previene a quienes a ejercemos el periodismo de los riesgos del oficio, más allá de los “naturales” como pueden ser el  estar como informador en una guerra. No habla de cuestiones del oficio se pueden perder en la “inmediatez” de las redes sociales y de la clara diferencia que debe haber entre comunicación y periodismo.

Periodistas del mundo de habla hispana, aquí se mencionan muchas cosas interesantes. Como por ejemplo cuáles son las tentaciones de la modernidad tecnológica y de sus secuelas en las redacciones y de la transformación de los medios de información como modelos de negocio. Interesante y ameno. Indispensable para periodistas.

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José Luis Benítez Armas

La educación superior en México por momentos se siente extraviada y desvinculada de manera grosera de la realidad nacional. No sólo por la clara falta de correspondencia entre las grandes virtudes que se pueden encontrar en las instituciones de educación superior tanto privadas como públicas y la triste realidad tecnológica y educativa que vive nuestro país.

Ahora se añade la idea difundida por la Asociación Nacional de Universidad e Instituciones de Educación Superior (Anuies) de proponer a sus no pocos agremiados, el de someter a exámenes antidoping a los alumnos, para detectar casos de adicción a las drogas, incluyendo al alcohol.

Esta propuesta sin duda lanzada desde la positiva idea de ayudar a combatir el grave problema que vive nuestro país en relación con las narcomafias y la violencia que éstas han generado en muchas ciudades importantes del país, representa claramente la ignorancia, el prejuicio y la actitud moralina que priva en México (como en muchos otros países del continente, incluido EU)  respecto del problema de la drogadicción, el tráfico de estupefacientes y la violencia generada en torno a los grupos del crimen organizado. Claro está, ahora más resaltado y más preocupante, ya que viene de la Anuies, la agrupación más importante de instituciones de educación superior del país, que debería contener la sapiencia, la racionalidad y lo mejor de la inteligencia del país.

“La Asociación está conformada por 159 universidades e instituciones de educación superior, tanto públicas como privadas de todo el país, que atienden al 80% de la matrícula de alumnos que cursan estudios de licenciatura y de posgrado”, dice su página web.

El Tecnológico de Monterrey, la Universidad Iberoamericana, la Universidad Anáhuac, Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), Universidad de las Américas Puebla, la Upaep, por mencionar algunas de las instituciones privadas; dentro de las públicas están el IPN, la UNAM, el Colegio de la Frontera Sur, la ENAH, la UAM, el Inaoe, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y prácticamente todas las universidades públicas incluyendo la de Puebla, integran esta asociación.

El peso específico de lo que la Anuies representa es claro y por eso es preocupante que por sus cabezas dirigentes, pasen estas ideas tan ahítas de despropósito y de escasa racionalidad.

Proponen además de estos análisis antidoping, que se pongan en algunas de estas instituciones perros adiestrados en localizar drogas, realizar de manera aleatoria la “operación mochila” (en este caso sería probablemente “operación portafolios”) entre los jóvenes de estudiantes, claro señalando que los resultados de estos análisis serán “confidenciales”, que se darán a conocer a los padres de familia, y se sancionará hasta con la expulsión a aquellos jóvenes que se nieguen a hacerse el análisis antidoping.

Cuando los exámenes de antidoping sean positivos se establece que “se dará información a sus padres para que reciban atención especializada, pública o privada, y se acuerden las posibilidades para que el alumno se reincorpore o continúe sus estudios”. También se indica que en caso de reincidencia el alumno será dado de baja definitiva.

Esto está contenido en el manual “La Seguridad en Instituciones de Educación Superior (Estado Actual y Recomendaciones)”, elaborado por la ANUIES en colaboración con 109 instituciones, a través de la aplicación del Cuestionario Sistemas y Protocolos de Seguridad para las Instituciones de Educación Superior (IES).

Donde además agregan la sugerencia de “crear un programa que permita la denuncia anónima de venta de droga al interior o en el entorno del recinto”.

Aquí mis apreciaciones críticas de esta desafortunada propuesta:

Primer error de la Anuies: pensar que el problema de las adicciones (a cualquier sustancia) es un tema de “jóvenes”, por lo tanto el proponer poner la lupa en este tema a los alumnos es discriminatorio, prejuicioso y se trata de una violación a las garantías individuales. ¿Porque no incluye en ese examen antidoping a autoridades universitarias, profesorado e incluso a la propia dirigencia de ese organismo?

Segundo error de la Anuies: confundir el problema de salud que significan las adicciones, con el problema delincuencial del tráfico de drogas y la violencia generada en torno a esa disputa de mercados entre las bandas de narcotraficantes, que en mucho explican la violencia que se vive en muchas ciudades mexicanas.

Tercer error de la Anuies: condicionar a que no se tenga ninguna “adicción” a los estudiantes para permitirles que sigan sus estudios y su preparación académica.  Para empezar tendrán que definir y establecer parámetros para que diferencien al muchacho que le gusta echarse sus chelas para ir ver un partido de futbol dos o tres veces a la semana (en el que jueguen por ejemplo los Pumas de la UNAM o los Tigres de la UANL), del que consideren “adicto”. Ni qué agregar del caso de aquel joven inquieto que le guste fumarse un churrito en algún concierto por allá una vez al mes ¿También será considerado adicto y se le truncará su formación académica?

Sea cual sea la sustancia a que cualquier joven puede hacerse aficionado (incluyendo la azúcar, la coca cola, el cigarro o la leche en polvo, hasta coca o éxtasis) en su tierna formación, el hecho de que se pueda caer alguna vez en esa tentación ¿Será considerado adicto y señalado por ello?

Cuarto error de Anuies: poner en la misma canasta de temas problemáticos, el fenómeno social y de salud de las adiciones, con el policiaco de la violencia generada por la delincuencia organizada, que claramente tiene vínculos, pero que un análisis más serio y profundo, nos enseñaría que se trata de fenómenos con claras diferencias, con claros distintos orígenes y que por ello, exigen soluciones igualmente diferentes.

(Vaya, hasta quienes construyen las leyes mexicanas -diputados y senadores, por cierto no muy destacados por su rapidez y eficiencia en la búsqueda de solución de los grandes problemas nacionales- desde hace unos cuatro años ya lo hicieron, al reconocer que la portación de ciertas cantidades de drogas no constituye delito alguno).

Quinto error de la Anuies: la propuesta de esta asociación tiene un tufo más moral que científico, más prejuicioso que técnico, todo lo contrario a lo que se debería esperar de las más altas instancias de la inteligencia y la tecnología mexicanas.

Conclusiones: uno como ciudadano -y como egresado de la educación superior pública- esperaría de las altas dirigencias de las instituciones educativas de mayor nivel del país, aportaciones más serias y sólidas a estos y a otros problemas nacionales.

Los señores de la Anuies deberían preocuparse más de fomentar la generación de ciencia y tecnología, de buscar una vinculación más productiva con la iniciativa privada y con las sectorizadas vocaciones regionales del empresariado. Nada más basta ver el número de patentes que México produce en comparación con países como Corea, India, China o Brasil, para darnos cuenta de que hay prioridades en educación y ciencia, en los que la Anuies, debería alzar la mano para marcar sendas y posibles soluciones.

Digo yo citando a mi abuelita: “zapatero a tu zapato”.

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José Luis Benítez Armas

La clara cercanía del más serio aspirante a titular del Órgano de Fiscalización Superior (OFS) del Congreso de Puebla, David Villanueva Lomelí, a la figura del gobernador del estado debería ser razón suficiente, para que en una democracia de división de poderes, que promete transparencia y claridad en la relación entre estos, se buscará a otro candidato que generase más confianza a la sociedad.

Claro está, si es que de verdad se quiere dar una imagen de  honestidad. Porque de lo contrario ¿qué credibilidad y confianza puede tener ante una ciudadanía cada vez más desconfiada –y con razón-, un supervisor del gasto público, en compadrazgo evidente con el gobernador del estado? ¿Qué garantía puede haber de que el OFS no seguirá siendo como hasta ahora, utilizado como garrote político?

Y es que hace unas semanas, el gobernador Rafael Moreno Valle en un acto público y francamente cometiendo un error mayúsculo, expresó su apoyo a este personaje, prácticamente lo recomendó ampliamente a los legisladores para ocupar el cargo en el OFS. Vaya, sólo faltó que les ordenara a los diputados imponerlo.

Es un craso error por la forma y el fondo. Si quiera hay que disimularla, no hay que balconearse tan gacho ¿o de plano ya se trata de ostentar el autoritarismo? Yo creo que no (o quién sabe, con eso de que los caminos del marketing político son inexpugnables).

Igual pasa con el caso del secretario general de Gobierno, Fernando Manzanilla, personaje cercanísimo al gobernador Moreno Valle desde hace muchos lustros. Lo acompañó desde su ingreso al gabinete priista de Melquiades Morales (al que RMV llegó en 1999 prácticamente a la cumbre del servicio público sin haber hecho grandes méritos políticos o partidistas, ya no digamos en Puebla, ni tan siquiera en el país), ha sido un personaje claramente apreciado por el hoy mandatario. Es tal su cercanía que no extraña que hayan emparentado. Hace un par de semanas Manzanilla Prieto se convirtió en el cuñado del gobernador por todas las de la ley.

Manzanilla es sin duda un hombre de talentos, inteligente, preparado y por lo que se ve, leal a su amigo y ahora cuñado. Su boda es un acto que compete únicamente a su vida privada y no tiene porqué ser objeto en sí mismo, del escrutinio público. Hasta ahí todo va bien.

Pero que ya en su carácter de familiar cercano, sea el segundo hombre más poderoso de la entidad, el que maneja los hilos finos del poder, el operador de las relaciones vitales del Ejecutivo de Estado con los demás actores políticos de la entidad, etcétera, es por lo menos de mal gusto.

Y es que tanto en el primer caso –David Villanueva- como en el segundo –Fernando Manzanilla-, no hay actos ilegales, no hay faltas a la ley ni nada que se le parezca. Pero éticamente creo que un funcionario con las responsabilidades de Moreno Valle, con el bono democrático que carga, fruto de una anhelada y largamente esperada alternancia, que prometió transparencia y honestidad, que trata de construirse una imagen de republicano y demócrata (¿o no?), que mira con optimismo al porvenir (hablando de su futuro personal, claro) y mantiene clavada su mirada en Los Pinos para el 2018, debería cuidar las formas.

Es inevitable concluir con un lugar común. Ya lo dijo el maestro veracruzano Jesús Reyes Heroles: “en política, la forma es fondo…”

luisbenitez22@hotmail.com

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José Luis Benítez Armas

Miguel Ángel Granados Chapa es un personaje del periodismo y la política mexicana indispensable para entender lo que ha pasado en México en los últimos años. Sus opiniones y reflexiones expresadas día a día desde su “Plaza Pública” – espacio periodístico que inició desde 1977­- desde su perspectiva de la izquierda informada e inteligente, son piezas fundamentales para atisbar desde su muy personal óptica, la transición política de México (1968-1997).

Se puede estar o no de acuerdo en sus opiniones, se puede compartir o no su óptica, pero es un hecho que su perspectiva siempre ofrecía inteligencia, argumentos, análisis y sobre todo, buena pluma. Su rigor, su estilo detallado, claro, regularmente influenciado por el léxico jurídico (del que el maestro era gran conocedor), era un edén de escritura en un medio periodístico lleno de páginas y páginas con material cada vez más guango, repleto de lugares comunes y reiteraciones, vendidas como el periodismo de vanguardia.

Escribía su “Plaza Pública” y “Plaza Dominical”. Nació el 10 de marzo de 1941 en Mineral del Monte, Hidalgo. Su formación universitaria la hizo en la UNAM (estudiando Derecho y Periodismo) y la Universidad Iberoamericana. Su larga trayectoria periodística lo llevó desde ExcelsiorLa Jornada, el unomásunoProceso y Reforma, lo mismo que al Canal Once y a Radio Educación.

Personaje luminoso de la izquierda, que tanto necesita de voces y mentes como las del maestro, siempre defendió con denuedo y la fiereza que sólo da la sabiduría, sus ideas y su perspectiva. Siempre manteniendo un espíritu sosegado, tranquilo, pero firme en sus ideas, participaba en debates tensos, aportando seriedad y ecuanimidad, por eso es recordable su paso como consejero electoral en 1994.

De expresión un tanto adusta, serio en su vestir, Granados Chapa fue el defensor del periodista en el diario Síntesis de Puebla, ciudadano y profesional de la información y de honestidad a toda prueba cuenta en una entrevista, una anécdota que le sucedió en un evento realizado en Puebla, a principios de la década pasada, que retrata en mucho la visión que tenía el maestro hidalguense de la labor informativa.

Lo vamos a extrañar. Su amplio e inteligente espacio que publicaba en Reforma y en Proceso se van a ver fríamente vacíos.

El adiós desde su columna apenas el viernes pasado, reflejan con claridad su modestia intelectual y su escaso afán de protagonismo. Que lo hace aún más grande y respetable en un mundillo periodístico muy dado al “estrellismo”, el ego robusto y el protagonismo narcisista, que da el ser “líder de opinión” entre muchos de los personajes del establishment periodístico mexicano. Nada más lejano de eso la actitud del maestro.

No compartí muchos de sus conceptos externados en los últimos años. Creo que su visión de la política desde su perspectiva de izquierda, era una manera parcial e incompleta de evaluar la compleja y contradictoria realidad mexicana del 2011. Sus visiones críticas del panorama político y la violencia que aquejan al país, son desde mi punto de vista, equívocas y sustentadas en realidades que se retrataban más en los años setenta u ochenta del siglo pasado. Era pues, desde mi punto de vista un clásico intelectual de izquierda del siglo XX. El último tal vez.

Lo de menos es ahora decir que con el maestro todo era coincidencia. Pero no. Sin embargo eso no obsta para reconocer en él a un personaje central de la política y la comunicación periodística mexicana.

Un adiós sincero y fraterno al maestro, eso merece y mucho más de uno de sus admiradores críticos, quién esto escribe, José Luis Benítez Armas, periodista.

 

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José Luis Benítez Armas

Dice el académico y periodista colombiano, especialista en ética, Javier Darío Restrepo: “ni en el periodismo, ni en ninguna otra actividad, el fin justifica los medios”. Había dicho antes que en el periodismo menos que ninguna otra actividad, se podría justificar esta proclama.

Sin embargo en el periodismo mexicano esa sentencia maquiavélica es regla inviolable. El que más el que menos la ha venido llevando a cabo en la agenda mediática nacional. Que baste recordar noticias estridentes que se pavonearon en la pasarela mediática durante semanas y con todos los reflectores encima, basadas en cámaras escondidas, grabaciones ilegales de conversaciones telefónicas privadas: el videogate de René Bejarano; la conversación de los hermanos Salinas de Gortari (Raúl y Adriana); el llamado Lydiagate, con Marín y Nacif en conversaciones muy comprometedoras y muchas más.

En la semana que concluye en Puebla se vivió un episodio más de este estilo muy mexicano de hacer “periodismo”. Tocó el turno al diputado local José Juan Espinosa Torres ser grabado ilegalmente en una conversación en lo que parece ser una sobremesa de comida o desayuno, donde solicita a la edil de San Pedro Cholula, apoyos para sus correligionarios, empresarios y propios funcionarios de ese municipio.

Vaya, esa práctica éticamente reprobable, pero cotidiana en nuestro país, ya pasó a llevarse de corbata a un comunicador de fama nacional. Se trata de Carlos Loret de Mola, periodista y conductor del noticiario nacional más visto en la televisión mexicana (que por cierto, tampoco ha tenido muchos escrúpulos para entrometerse en la vida íntima de personajes públicos, como en el caso Kalimba). Al citado periodista un paparazzi lo sorprendió saliendo de un recóndito lugar, seguido por una conocida dama también compañera suya en la TV, en lo que pareciera ser un hecho de infidelidad conyugal, de parte del periodista de origen yucateco.

Aunque es de reconocer que corresponden a hechos con consecuencias de muy diversa y distinta trascendencia, corresponden ambos a un denominador común: sucesos que se volvieron periodísticos y que acapararon en su momento la agenda mediática nacional (o local en el caso del diputado Espinosa), mostrados a través de documentos conseguidos de manera ilícita. O por lo menos de manera ilegítima.

Sin embargo lo que llama la atención es que casi nadie de los periodistas, analistas o columnistas de los medios nacionales, reparan en ese hecho: que para llegar a conocer tal o cual momento escabrosos, íntimo, personal y privado, se tuvieron que cometer otros delitos.

Es decir, para la mass media mexicana, está claro que la proclama “el fin justifica los medios”, no solo es aceptada, sino que es practicada cotidiana e incuestionablemente.

Para unos casos, el conocer todo lo que hacen los políticos y funcionarios públicos se justifica puesto que viven del erario. Para otros casos, sin son “artistas de la tele” todos tenemos derecho a enterarnos de todas sus facetas, aunque sean las más íntimas.

Pero a todo ello los une una cosa todavía más importante: la información es una mercancía, que se vende al mejor postor. Y que quien la tenga más “fresca”, que sea la más íntima, la más morbosa y “exclusiva”, es la que más se vende.

La ley de la oferta y la demanda, dominando los medios.

Y el pobre maestro Javier Darío Restrepo, hablándonos de ética periodística, profesionalismo informativo y de la responsabilidad de informar.

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