José Luis Benítez Armas
Me gustó haber formado parte del periodismo mexicano. La chamba diaria, el dilema cotidiano, la decisión implacable ante los tiempos siempre igual de implacables, el ritmo incesante como jefe de redacción que empezaba siempre sonriente a las dos o tres de la tarde, pero que a las cinco empezaba a ser risa nerviosa; para las 9 de la noche eso devenía en un cóctel de neurosis a punto de desbordar y después de la una de la mañana, toda la redacción se convertía en una especie de trouppé fellinesco, demente y desbocada que sólo añoraba el cierre de edición para emprender la huida ya con el cerebro exprimido y el hígado sudado y seco.
Todo esto para que al día siguiente se siguiera como en un estricto script de comedia, el mismo guión y la misma rutina. Pero no era aburrido, siempre en el día a día en medio de esto que parecía una sesión equilibrada entre el script y la improvisación, había novedades, nuevos retos, nuevos galimatías, novedosas disyuntivas, encrucijadas de las que muchas veces dependía seguir con la chamba, o no. En fin. Era bueno y sobre todo, divertido y entretenido.
Además se tenía la oportunidad de conocer a personajes de diversa y variopinta catadura, lo mismo legítimos soñadores de un mundo mejor, que caraduras oportunistas y serviles; u hombres de trabajo y esfuerzo, lo mismo que a flojonazos profesionales; a mujeres y hombres cabales y honestos, que a corruptos plumíferos recolectores de sobres amarillos. De todo, como lo hay en todos lados.
Insisto: me gustó ser periodista en México por cerca de 25 años.
Sin embargo debo admitir que ahora me gusta ser experiodista. Sobre todo después de leer el magnífico artículo de Fernando Escalante Gonzalbo que publica Nexos de agosto (2013), en donde hace un demoledor diagnóstico de la prensa mexicana, muy puntual, cruel, detallado, meticuloso y hasta cizañoso. Pero agradecible, porque la prensa mexicana (la escrita, pero también toda la demás, que de alguna u otra manera abreva informativamente de aquella y la replica) vive un periodo de autismo, de falta de autocrítica, de un envalentonamiento ciego y de una auto victimización estéril, que poco o nada aporta a la construcción de este nuestro contradictorio México actual.
La sociedad en México ha avanzado, lento y no en todo lo que todos quisiéramos. Pero ha avanzado con respecto al México de hace 25 años. Pero nuestra prensa sigue viviendo como en los tiempos del partido único, autoritario y bienhechor (cuando gobernaba el “ogro filantrópico”, que bautizó Octavio Paz).
Por ello me permito algunas reflexiones sobre dicho artículo.
La misma mención de “utilidad” de la prensa, de la existencia o no de la famosa “responsabilidad social”, de la ética del informador, a más de uno de nuestros aguerridos periodistas mexicanos, seguro le despertará la molestia, sino es que la ira. Prevalece la idea —falsa, creo yo—, de que la prensa es “el fiel espejo de la sociedad mexicana”. Es decir: la prensa es mala y negativa, porque refleja a una sociedad mexicana igual de desastrosa.
Ya Gramsci lo apuntaba por los años veinte del pasado siglo: la prensa forma parte del Estado, como ente aglutinador, informador y masificador de la llamada opinión pública.
Pero es un hecho. Aquel que trabaja para un medio no se puede auto definir como “ciudadano común y corriente”. Y menos si se tiene una responsabilidad mayor dentro de un medio. Para bien o para mal, formar parte de un medio de comunicación te hace diferente. Lo mismo te ahorra filas en dependencias oficiales, te ayuda para tratos preferenciales en las burocracias o hasta te da el derecho de picaporte (si encumbrado en la prensa estás) ante ciertas altas oficinas del servicio público. Es decir, no eres el ciudadano común.
Habrá alguno que diga que él no se dejó seducir por esta excepcionalidad, pero de una u otra manera los periodistas mexicanos caemos en eso alguna vez y de algún modo. Basta ver aquellos informadores que se indignan cuando no los dejan estar donde les plazca en algún evento público. Esa es una manera de sentirse también privilegiado.
Pero hoy también por esa misma razón de excepcionalidad, los miembros de la prensa están en la mira de algunos malosos —los malandros, dicen en Michoacán—, al formar parte del establishment social de nuestro país, como los funcionarios públicos, su apoyo, silencio o complicidad, les sirve, les es útil. Y al igual que a estos, en las zonas calientes se les aplica la “ley de Herodes” del crimen: “o plata… o plomo”.
O en las manifestaciones de los “movimientos populares” (estilo CNTE, atenecos, anarketos, antorchistas y demás), también se vuelven el blanco de agresiones, pues son vistos como “agentes” del gobierno o del poder político, de manera injusta porque como sabemos lo que conocemos cómo se maneja una redacción de un medio, tenemos claro que los reporteros y fotógrafos que están en la calle, tienen poca responsabilidad en cómo se presenta la información (cabeceo, jerarquización de información, pies de foto, etcétera), que es más responsabilidad de directores y dueños de medios.
Como críticos del régimen o aduladores, como opositores o como voceros oficialistas, de un partido o el otro, pro demócratas o autoritarios, como sea: la prensa (los medios de información) y quienes en ellos trabajan, forman parte del espectro político y en él abrevan. Lo quieran o no.
Y esta escasa aportación y falta de una agenda original, de verdadero periodismo de investigación de la prensa mexicana, se puede ver en la actualidad en uno de los grandes debates nacionales que ocupa día a día muchos de los grandes titulares: la reforma energética.
El maniqueísmo, la simpleza, la superficialidad, la falta de argumentos, la constante cita de consignas más que de ideas o conceptos es lo que ocupa y entretiene a la prensa nacional: dígase diarios, noticieros de radio y televisión y hasta las páginas web.
El gran futuro económico de México en las portadas de la prensa mexicana pende sólo de las viejas luchas entre “privatizadores” contra “nacionalistas”, “cardenismo” contra “peñanietismo”, “mexicanos” contra los “extranjeros”, etcétera.
“La prensa mexicana no está organizada para informar. Por eso informa mal, poco, de manera sesgada, confusa, superficial y tramposa…” dice Fernando Escalante y tiene razón.
Claro está que su análisis lo hace tomando como única referencia al mal llamado “periodismo nacional”, es decir aquellos diarios y medios que editados o transmitidos desde el DF ofrecen su perspectiva periodística “nacional”.
Creo que el centralismo que en México aún pesa mucho en diversos sectores, domina en el ámbito periodístico. A lo largo y ancho del país hay una variopinta variedad de medios de información, muchos de ellos podrían hablarnos de otra realidad de la prensa nacional. Sin embargo, para ser realistas y sinceros, la inmensa mayoría de la oferta mediática del país se puede ubicar por más o menos, dentro del esquema que bien critica Escalante Gonzalbo.
A la larga será difícil que se pueda crear otro modelo de negocio fuera de este esquema que hace depender a los medios mexicanos, no de sus lectores en primera instancia, sino de sus anunciantes, como sucede hasta hoy.
Pero no todo está perdido. La prensa civilista o ciudadana aunque no tiene hoy sitio en el panorama mexicano, ahora con la masificación de las redes sociales y los medios alternativos que la web cobija, se empiece a gestar algo cercano a medios informativos que le deben fidelidad última a sus lectores o audiencia, así como debería haber medios en México desde hace tiempo.
Bien por el maestro Fernando Escalante, ojalá que por lo menos algunos personajes del periodismo tomaran este artículo como punto de partida para una profunda autocrítica y reflexión de la tarea periodística y sus objetivos en México. Muchas de las acechanzas contra la prensa y sus informadores, podría tener explicación y arranques de solución con un ejercicio como éste.
Pero lo veo de verdad difícil. Basta ver que ya un mes que se publicó el artículo en cuestión y no veo a nadie que alce la mano para pedir la palabra. Muchos de los personajes encumbrados e influyentes de los medios viven en una zona de confort del que difícilmente van a salir. Total, forman parte del establishment político y las urgencias nacionales, no son las suyas.
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