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Posts Tagged ‘Puebla Opina’

José Luis Benítez Armas

Crece la accesibilidad del internet y el uso del computador en México, sin embargo todavía existe un gran porcentaje de mexicanos que viven con un claro rezago en esta materia y lo que es aún más preocupante, existe mucha desigualdad en las zonas geográficas nacionales, entre el norte y el sur.

Esto según la Encuesta en Hogares sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información, que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en abril pasado y cuyos datos se dieron a conocer este día.

Las cifras en total nos dicen que son 49.4 millones las personas que son usuarios de una computadora y 46.0 millones utilizan Internet en el país. Si se calcula que el número de habitantes en México es de aproximadamente 115 millones, esto nos refleja que muy por debajo de la mitad de los ciudadanos de nuestro país tienen acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) modernas.

Mientras en entidades como Baja California, Baja California Sur y el DF, poco más de la mitad de sus habitantes por hogar tienen acceso a una computadora y a la conectividad en web, en estados como Oaxaca y Chiapas apenas dos de cada 10 familias lo tienen.

Otro dato importante es que la accesibilidad de la comunicación vía televisión abierta sigue siendo la más importante: mientras el 35.8% de los hogares mexicanos declararon tener computadora y el 30.7% (un total de 9.5 millones de hogares) acceso a internet, el 94.9% de los hogares nacionales señalaron tener televisor, el 36.7% con acceso a televisión de paga.

También es de destacar el número de hogares que declararon tener sólo aparatos de televisión analógica (el 69.0%), pensando sobre todo en que México empezó en este año a hacer su mudanza hacia la televisión digital, siendo que solo el 25.8% apuntó que posee televisor digital.

Otros datos interesantes son: del conjunto de usuarios de la web, el grupo de población de entre 12 a 34 años, es el que más utiliza el servicio de internet, con una participación del 62.6 por ciento.

Los usuarios más frecuentemente reportaron en el 2013, que cibernavegaron en el hogar (58.9%), en un sitio público (33.0%) y en el trabajo (22.7%).

En cuanto a los datos de usuarios de computadora por sexo, los hombres tienen una participación del 49.9% y las mujeres el 50.1%; en cuanto a usuarios de internet las mujeres representan el 50.0% y los hombres el 50.0 por ciento.

Considerando los tres principales usos de Internet, predominaron los que la emplearon para obtener información de carácter general (64.3%), luego el grupo que la utilizó para realizar actividades de comunicación como mensajería o recibir o enviar emails (42.1%), para actividades lúdicas o de entretenimiento (36.2%), y de los que la emplearon para actividades escolares (35.1%)

Estas cifras nos indican que el uso de la web en México como herramienta de comunicación, información, comercialización, organización, difusión tienen aún un gran potencial.

MÁS INFORMACIÓN EN:

http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/Boletines/Boletin/Comunicados/Especiales/2013/noviembre/comunica46.pdf

luisbenitez22@hotmail.com

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En este video, la novia de Snowden

José Luis Benítez Armas

Lo que el ciudadano estadunidense Edward Snowden ha destapado en las Estados Unidos es de verdad un escándalo de dimensiones globales.

En resumen el joven de 29 años ex empleado de la CIA y de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), ha revelado una política de intromisión sistemática del gobierno de los Estados Unidos (¡sí, el que encabeza el neoliberal Barak Obama!) en las comunicaciones vía internet de sus ciudadanos y principalmente  las que se tiene con el exterior. Todo —off course— en nombre de la “seguridad nacional” y de la lucha “contra el terrorismo”.

Una inmensidad de datos (correos electrónicos, posteos, conversaciones en cámara web, chateos, imágenes, etcétera) que están en manos del gobierno del país más poderoso del mundo, de los que se apropió con la complacencia de empresas como google, facebook, skype, twitter, quienes proporcionaron gustosos estos datos al Tío Sam. Es obvio que esta información incluye mucha del resto de los países del mundo, especialmente México desde donde se interactúa mucho a los EU vía internet.

Estas información le da un giro de 180 grados a la confianza, la efectividad y sobre todo a la confidencialidad de la web como medio de comunicación. No es extraño que Orwel y su archiconocido libro 1984, recobre hoy en EU sus altas ventas. El Big Brother gabacho reloaded & global.

Esta historia digna de un gran programa de ciencia ficción reúne los elementos que ni el mejor novelista de este siglo XXI, ni el productor más avezado del Hollywood  habrían reunido: una trama en la que el espionaje gobierno de los Estados Unidos es el elemento central, un joven y apuesto agente secreto (Snowden) que se da cuenta de que las actividades invasivas de la privacidad del gobierno americano son una afrenta a la base constitutiva liberal de la ley gabacha y decide denunciar dejando a su bella y hot girl friend estadunidense (ver nota y ver el video que encabeza esta entrada); una cita en una ciudad de un país asiático (Hong Kong) con tres reporteros ingleses a quienes se les dará —en medio de un sigilo peliculesco– esa explosiva información.

Y más: Snowden —un makeself man—, un joven casi autodidacta, experto en informática y frustrado seal americano, con un salario actual de 200 mil dólares al año, desaparece luego de su dramática revelación y desde la clandestinidad se revela como un american hero, que solo desea una “América libre”.

¡Mejor trama, imposible!

Su destierro en Hong Kong no es gratuito ni espontáneo. El joven Snowden sabe que si un país puede sacarle provecho político a esto, es la poderosa China. Obviamente tampoco es gratuito que el presidente del gigante asiático haya visitado oficialmente los Estados Unidos y una semana después, se desata esta trama.

En fin, se trata de un escándalo global del que por lo pronto y para empezar se quieren escapar las empresas lideres del mundo en el internet, pero que sin embargo hará pensar y muy a fondo a los que usamos la web, qué es lo que debemos hacer de ahora en adelante al usar la comunicación vía internet. Además de las implicaciones que esto puede tener en las relaciones de EU con el resto del mundo.

No podremos quitarnos de la cabeza que el Big brother nos vigila. Pero ahora sabemos que ¡eso es una realidad!

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Ya es presidente Enrique Peña Nieto. El futuro de México es incierto con esta nueva administración que arranca en el próximo mes de diciembre. Siendo optimista es claro que si bien el PRI por su apariencia no ha cambiado, el país es un hecho que sí.

Y es que mientras el discurso priista señala, repite una y otra vez que son el “PRI del siglo XXI”, que ya cambiaron, que han aprendido en estos 12 años fuera del poder presidencial, la realidad que se palpa al ver a su equipo más cercano de trabajo y a quienes se han colocado en los lugares estratégicos en el Poder Legislativo (sus operadores en las cámaras), es que estamos ante la misma escuela priista que dejó el poder en el 2000.

Manlio Fabio Beltrones (coordinador de diputados priistas), hombre inteligente y experto operador político, es un ejemplar de la vieja guardia, respetable su veteranía, pero temible -como el viejo Ogro filantrópico, que decía Octavio Paz-. Emilio Gamboa Patrón (coordinador de los senadores tricolores), es igualmente otro personaje de la escuela tradicional del PRI de antaño. Personajes gestados en los años de López Portillo y Echeverría.

Miguel Osorio Chong, Luis Videgaray y el propio Peña Nieto, son alumnos avanzados del priismo tradicional, cuyo desempeño como funcionarios públicos es más bien gris y poco efectivo. Muy lucido por que salían en la televisión, pero si se revisa a detalle, las gestiones de los gobernadores Osorio Chong en Hidalgo o Peña Nieto en Edomex, no ofrecieron resultados extraordinarios o dignos de destacar. En salud y en seguridad pública, prácticamente están en la media nacional o en rango menor esas entidades.

Peña Nieto tiene la formación académica mínima para ser un funcionario de medio pelo para arriba. No habla inglés, su espectro cultural es más bien limitado –como se ha comprobado muchas veces-, egresado de una institución privada mexiquense (Universidad Panamericana) poco conocida, es un orador enjundioso, pero de la tradicional vieja escuela priista, con voz engolada pero con poca sustancia y mucha demagogia.

En su equipo de transición incluye a Rosario Robles, un personaje de la izquierda mexicana cercano a Cuauhtémoc Cárdenas, vinculado a los peores episodios de la gestión perredista en el DF. De hecho hoy el DF es gobernado –y controlado- por el PRD a la vieja usanza priista (carro completo en el parlamento, control corporativo de ambulantes y taxistas, grupos de choque, etcétera). Esa es la escuela de Robles. Nada moderno ni “progresista”.

Estos son sólo algunos ejemplos destacados. Claro que el hecho de que Peña Nieto no sea una lumbrera académica (como tampoco lo fue, ni de cerca, Vicente Fox), no quiere decir que no pueda hacer una buena administración. Es más, alguien que carece de conocimientos pero que quiere realizar bien su trabajo en áreas que desconoce, pues lo que hace es rodearse de gente que sepa de esas áreas. Un buen líder de una administración no es el que sabe de todo (porque es difícil hallar a alguien que reúna esas características), sino el que sabe escoger a la mejor gente en cada uno de los rubros bajo su responsabilidad.

Así pues, siendo positivo y optimista, la gestión de Peña Nieto puede darnos sorpresas y sacar adelante al país, de este bache en el que se mantiene por culpa de su clase política. Ojalá así sea por el bien de todos (más allá de priismos, panismos, perredismos y todos los ismos que se nos ocurra).

El problema -creo yo- está, en la fuerte tendencia hacia la corrupción que aun tiene el sistema político mexicano, creación sublime del PRI que nos gobernó durante 70 años. Le temo a la cleptocracia nacional, la hija mayor del tricolor y su largo gobierno. Si bien la división de poderes, el equilibrio de estos -y la vigilancia de los medios de comunicación, a veces no muy certera, pero vigilancia al fin-, y demás contrapesos nos puede  dar cierta garantía de que ya no existe la manga ancha que había en los gloriosos años de los saqueos priistas, la realidad es que aun hay un amplio margen de discrecionalidad y de opacidad en los gastos públicos. Y esa es la materia prima principal con la que crece y se mueve la cleptocracia nacional.

Así pues, solo nos queda decirle a nuestros sufridos compatriotas: nosotros los elegimos (a Peña Nieto y compañía), ni modo, ahora los tenemos que soportar y aguantar como nuestros funcionarios públicos, claro está, hasta cierto límite.

¡Que Dios nos agarre confesados, ya viene el sexenio peñanietista¡

¿Qué nos deparará el futuro a los mexicanos?

(Texto escrito en noviembre de 2012: JLBA)

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José Luis Benítez Armas

La presencia tumultuaria (vía internet o en las calles) de miles de jóvenes universitarios mexicanos alzando la voz para hacerse oír y externar su desacuerdo sobre cómo se conduce este país, cómo se conducen los partidos políticos y la labor incompleta y poco profesional de los medios de comunicación, es positiva para el país (movimiento #Yo soy 132).

La propia manera en que se han hecho presentes en la realidad política y social de México, ya ha sido una buena aportación. Su presencia y su presión vía web y en las calles, logró por ejemplo, que la entrevista que los opinadores de Televisa le hicieron a Enrique Peña Nieto en el programa “Tercer Grado” el pasado 23 de mayo, que debía ser tersa por la clara proclividad priista de la televisora, se convirtió gracias a esta presión juvenil, en una entrevista verdadera y profesional, que cuestionara y que buscara incomodar al candidato priista.

La propia presencia de tres de tres muchachos universitarios en el programa noticioso informativo estrella del monopolio televisivo, la mañana del pasado martes 22 de mayo, a pesar de tener que lidiar con un avezado conductor de noticieros como Carlos Loret de Mola, fue positiva ya que lograron salir avante mostrando seguridad y convicción.

La propia vorágine que provocaron entre todos los propios medios de comunicación, cuyos personajes destacados -con escasas excepciones-, no lograron atinar a definir y tratar con justeza y con amplio criterios a las expresiones juveniles. Hay desde opiniones equilibradas y razonadas como las de Jesús Silva Herzog Márquez, hasta las francamente desproporcionadas del director de La RazónPablo Hiriart, que histérico acusó sin mayor prueba que su “aguda visión periodística”, le indicaba que detrás del descontento estudiantil estaba AMLO y su séquito.

Bueno, pues este desajuste y descontrol entre las mass media nacional, también es algo positivo que el movimiento juvenil está aportando para reconocer los límites y las carencias de nuestra vida democrática y sus medios de información.

En fin, todo esto nos da una idea de lo positivo del movimiento de estudiantes. Sin embargo hay que reconocer sus limitaciones y ponderar sus alcances y qué es lo que debemos esperar para este primero de julio próximo, luego de la “primavera juvenil mexicana«.

En primer lugar, está claro qué es lo que no quieren estos jóvenes universitarios que por miles se expresaron en las últimas semanas: no quieren a Peña Nieto, pero tampoco a AMLO ni a Josefina Vázquez Mota y menos al joven Quadri.

No quieren a Televisa, pero tampoco a TV Azteca, ni tampoco creen en los otros medios de comunicación (en la entrevista con Loret, uno de los entrevistados sólo reconoció el valor informativo e imparcial de los informativos del IMER). Es claro que la Organización Editorial Mexicana (OEM) tampoco forma parte de sus preferencias informativas (cosa que cuesta trabajo no compartir, por cierto: casi todos periódicos mediocremente diseñados y editados, franca y abiertamente priistas, obvios en su parcialidad).

Lo que no han dejado claro, qué es lo que sí quieren. Y esa es su seria limitación. Porque todos a los que cuestionan, ellos sí tienen claro qué es lo que quieren (Peña, AMLO, Josefina, Televisa, OEM, etc, si saben lo que quieren).

También debe estar claro que el hecho de tener capacidad de convocar a multitudinarias marchas, no implica que se tenga la misma capacidad para convocar a las urnas. Es evidente que en números, la representatividad de estos jóvenes inquietos, es pequeña, digamos que ínfima. Por lo tanto no hay que crearles a estos muchachos falsas expectativas, que crean que ya tiraron a Peña Nieto, aunque no tengan claro a quién si quieren apoyar. Así no funcionan las cosas.

Su protesta que por momentos se percibe como anti Peña Nieto (o en general contra el PRI), se ve desdibujada y por momentos se convierte en anti “sistema”, así en general. En todo caso si sólo se queda en el “anti”, sin proponer opciones, lo que está haciendo es argumentar a favor del voto nulo, que al final terminará beneficiando al PRI.

Así pues y a manera de conclusión. Es positiva esta irrupción vociferante y digna de los estudiantes mexicanos; ha forzado a mucho del periodismo oficialista (al establishment mediático mexicano) a ofrecer un trabajo más digno de la profesión informativa (no sin berrinches, quejas, alaridos y mohínas entre algunos opinadores). También ha obligado a partidos y políticos (también con rostro adusto y a disgusto) a voltearse a ver su estrategia y su forma de hacer política, además de replantear su relación con los medios.

Sin embargo si se quedan en sólo criticar lo negativo, sin hacer propuestas y crear alternativas claras, posibles y sustentables, se recordará como un movimiento efímero que sólo impacte en este 2012. Y viendo los fríos números y las estadísticas, ese impacto en este 2012 será muy pobre en las urnas.

Entonces se corre el riesgo de generar desilusión, en esta nueva generación que en pocas semanas ha llenado de sueños y esperanzas, a una sociedad mexicana harta de sus políticos y sus medios de información y opinión.

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José Luis Benítez Armas

Interesante y digno de hacer reflexionar es el movimiento de jóvenes universitarios denominados #yosoy132 (*) y que se han organizado a través del twiter, para externar su descontento y hacer oír su voz.

Si bien muestran descontento y exigen cambios a la sociedad y al Estado, sin embargo a diferencia de los movimientos de indignados europeos, se trata de una muestra sumamente pacífica, civilizada y que contiene hasta códigos de ética, como el mostrado y circulado durante su primera manifestación este viernes 18 de mayo frente a  las instalaciones de televisa en el DF; sin embargo aquí tiene otra característica que lo diferencia: si bien dirigen sus baterías en contra de la clase política, de los funcionarios públicos y partidos políticos, es claro que uno de los objetivos de su descontento, son los medios masivos de comunicación, los medios informativos, especialmente los de mayor penetración.

Y creo yo que esto es lo más importante: son los medios de comunicación, la prensa y los periodistas, uno de los objetos de su descontento.

Esto significa que algo está fallando en los medios de comunicación y en quienes trabajamos en ellos. El sector estudiantil, quien forma la parte inteligente, pensante y menos manipulable de la sociedad mexicana, externa su insatisfacción ante el papel desempeñado por los medios de información en la vida política nacional.

Si bien este incipiente movimiento está montado básicamente en las redes sociales, no se le puede tomar como representativo de la mayoría de la sociedad mexicana, si retrata en mucho el grado de insatisfacción que se vive en todo el país, con miras al proceso electoral del próximo primero de julio.

Estas expresiones de jóvenes estudiantes han encontrado escasísimas reflexiones sensatas, como la del maestro Jesús Silva Herzog Márquez, pues lo que más pululó sobre todo después del desaguisado, fue la diatriba, la descalificación, el ninguneo y la censura en los medios.

Hay que recordar que este movimiento tuvo su primera expresión en la visita del candidato del PRI a la presidencia de la república –Enrique Peña Nieto– el pasado viernes 11 de mayo, donde un grupo de estudiantes expresaron de manera bastante estruendosa y agrias críticas y cuestionamientos al aspirante tricolor.

Mal haríamos los medios y quienes trabajamos en ellos, si no acusamos de recibo por este mensaje claro que la sociedad manda a la prensa y los periodistas, por la insatisfacción que deja nuestro trabajo.

Igualmente mal harían los partidos, los políticos y todos quienes forman parte del Estado Mexicano, si no escuchan atentos estos reclamos de insatisfacción.

La sociedad mexicana muestra rasgos de una madurez que ni los medios de comunicación ni la clase política, entienden y mucho menos comparten.

(*) Así denominados en referencia al video de youtube, que hicieron estudiantes de la Universidad Iberoamericana que protestaron en la visita de Enrique Peña Nieto al plantel Santa Fe, en el que 131 jóvenes salen es ese video mostrando su carnet de estudiantes, desmintiendo las acusaciones realizadas en diversos medios de que se trataba de porros o gente ajena a esa institución.

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José Luis Benítez Armas

“A quien no le guste el calor, que no se meta a la cocina”,

del refranero político poblano

La periodista Carmen Aristegui ha sido un puntal del periodismo crítico por televisión en México en los últimos diez años. Para llegar a esto tuvo que hacerse de una carrera periodística en mucho forjada en Imevisión (lo que hoy es TV Azteca, cuando era propiedad del gobierno federal) y en la propia Televisa, donde fue comentarista en la pantalla chica y en la radio.

Nadie como ella sabe y entiende lo que es ejercer la opinión periodísticamente libre en el país y como esta ha ido evolucionado en los últimos 25 años. Conoce bien lo que es hacer periodismo y generar opinión en cualquier tema, dentro de los medios electrónicos mexicanos, casi todos controlados por empresas privadas (algunos son estatales, los menos). Ella sabe lo que es estar haciendo periodismo, bajo las normas del negocio privado.

Por todo lo anterior me extraña su encono en contra del dirigente de la Cámara Nacional de la Industria de Telecomunicaciones por Cable (Canitec), Alejandro Puente Córdoba, quien publicó -eso sí con un gran despliegue de recursos-, un desplegado en el que hace duras críticas a la labor informativa de Aristegui, en el que como argumento central expone que la periodista está al servicio del poderosísimo empresario, Carlos Slim, luego de la entrevista que aquella le hiciera a Enrique Peña Nieto, en el que este negó ser “hechura” de Televisa, hablando sobre los candentes temas que siguen en debate sobre las telecomunicaciones y su marco jurídico.

La molestia de Carmen Aristegui ha sido tan grande, que le ha dedicado horas de su programa informativo en MVS (radio y TV) por las mañanas, en denostar y desprestigiar a Alejandro Puente, quien por cierto es candidato plurinominal a la senaduría por el Movimiento Progresista, postulado por el Movimiento Ciudadano (ex Partido Convergencia).

Siendo ella –Aristegui- una clara representante del periodismo de izquierda en México, obviamente se ha sentido en cierta manera traicionada, al tener en las filas de sus aspirantes a legisladores, a un detractor, como Alejandro Puente. Por ello se he dedicado a presionar al Movimiento Progresista e incluso al candidato a la presidencia de la república, Andrés Manuel López Obrador, para que se deslinden de este candidato y si se puede que quiten la nominación.

Lo que más me extraña es su molestia ante la crítica, siendo ella una usufructuaria nacional de esta. Ella la ha usado para cuestionar a las más altas esferas del poder, para interrogar a los personajes más disímbolos del acontecer nacional. Por todo esto, ella se debe entender también expuesta a estas críticas y por lo tanto, debería estar dispuesta a enfrentarlas con argumentos y con su labor diaria, sobre todo entendiendo que ella es una privilegiada al tener una tribuna cotidiana, con un gran público cautivo que le sigue y le cree, fruto esto de su larga labor periodística.

Para qué recurrir al viejo expediente de linchar al mensajero, de denostar al portador del mensaje, y no mejor, enfrentar las críticas con más y mejor periodismo, que lo sabe hacer bien.

Viejo conflicto, enmascarado

Y es que en recientes días hemos visto varias etapas de un conflicto mediático que involucra a la reconocida periodista Carmen Aristegui y al dirigente de la Cámara Nacional de la Industria de Telecomunicaciones por Cable (Canitec), Alejandro Puente Córdoba, que esconde claramente un viejo conflicto comercial y económico entre, el tradicional sector que posee las televisoras más importantes del país y un segundo grupo de empresarios que quieren abrir ese mismo sector a una competencia más abierta y sana.

En el primer grupo están Televisa y TV Azteca al frente, quienes desde hace décadas han ostentado el liderazgo del mercado, tanto de la televisión de señal abierta como la de cable (o de paga). Ese liderazgo se forjó en mucho en las décadas del poder del partido único (PRI), quien les prolijo protección y cuantiosos recursos económicos, además de un marco jurídico que les facilitara su condición monopólica, todo a cambio de una labor informativa a modo, acrítica y escasamente inteligente (TV Azteca fue otra ganga de la gran venta de garaje que hizo el régimen priista, esta comprada por Ricardo Salinas Pliego, hoy por cierto también entre los más ricos del mundo).

El segundo grupo esta cobijado bajo el manto protector del empresario más rico del mundo: Carlos Slim. Por cierto, quien también forjó en mucho su demencial riqueza gracias a que adquirió –en los inefables tiempos priistas- a precio módico un monopolio de las comunicaciones (Telmex), que le permitió tener una base sólida para su espectacular despegue empresarial y su vertiginoso crecimiento, que hoy asombra al mundo de los negocios.

Es claro que atrás de este conflicto Aristegui-Puente, está otro mayor entre estos dos poderosos grupos económicos, que luchan como cualquier empresario por hacer crecer a toda costa, el negocio propio.

La pregunta que queda es: ¿Algunos de estos dos grupos de interés, representan de verdad los intereses nacionales?

Yo creo que no.

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José Luis Benítez Armas

Mucho se habla en los medios acerca de la libertad de expresión, el derecho a la información, la censura, etcétera ¿Pero qué es la libertad de expresión en los medios de comunicación? Para empezar hay que distinguir la libertad de pensamiento, de expresión y la libertad de prensa en México.

La libertad de pensamiento no se puede legislar, pues el estado no puede supervisar el cerebro de sus ciudadanos. Por lo menos hasta ahora. La libertad de expresión está garantizada con el derecho constitucional a tener y compartir ideas filosóficas, políticas, sociales o religiosas de cualquier tipo. Claro está, siempre y cuando en su ejercicio no se atente a la moral pública, se cometa o se incite a cometer delito alguno, se dañe a terceros o no se altere el orden público. Habría que precisar o más bien actualizar lo que entendemos primero por moral; el daño a terceros y finalmente alterar el orden público. De ser así, puede ser que sólo con la limitante de no cometer delito alguno, sea suficiente.

Seguimos: la libertad de expresión es el derecho de cualquier ciudadano para opinar, decir o hablar de cualquier tema o asunto. Nos remitimos a la constitución mexicana:

“Art. 6º. La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”. (A este precepto se le adicionó la siguiente parte por decreto de fecha 1º. de diciembre de 1977: “…el derecho a la información será garantizado por el estado”)*

Pero otra cosa muy diferente es si esa opinión o punto de vista “merece” difundirse en algún medio de comunicación. No es lo mismo ejercer nuestra libertad de expresión en una conversación de sobremesa, en una aula universitaria, en una asamblea partidista, etcétera; y otra muy diferente plantarse expresar tus opiniones, acusaciones o reflexiones, en un medio masivo de comunicación.

Siempre habrá un filtro que aplican todos medios para seleccionar el material que publican, hasta los que se dicen más plurales y más representativos de la opinión pública; siempre habrá un tamiz el cual ponen los que dirigen los medios, para decidir qué material se publica y cuál no; no hay ningún medio que no aplique esta restricción. Además están en su derecho.

Así pues, esta libertad de expresión tiene en los propios medios y sus muy particulares criterios, el primer filtro que hace que esta no sea “total e irrestricta”. La libertad de expresión es acotada de alguna manera, al ejercer los medios su derecho a seleccionar el material que publica o presenta, es decir ejercer su libertad de prensa.

Entonces surge la pregunta: aquellos periodistas o comunicadores que se oponen a cualquier legislación en torno a la información y los medios, ¿a qué idea de libertad de expresión “total e irrestricta” se refieren?

La idea de ejercer la libertad de prensa con la premisa de “dejar hacer, dejar pasar”, como hasta ahora lo ha hecho la administración federal actual –es decir, que es mejor permitir que se excedan los medios, a regularlos–, es primeramente peligrosa para los propios medios, pues ahora la labor periodística se ha visto en medio de fuertes problemas y conflictos sociales, y cada vez con más frecuencia se presentan casos de agresiones a trabajadores de los medios.

Por lo tanto, debemos entender que la labor informativa debe estar en un marco jurídico, como lo están muchas otras actividades como la medicina, la ingeniería civil, la química o cualquier otra actividad que implique una responsabilidad. Los medios podemos darnos un código ético como sucede en los profesionales de otros rubros, pero esto no se contrapone con la creación de una ley que coloque claramente derechos y obligaciones de los medios.

Dicho lo anterior, hacemos las siguientes preguntas: ¿porqué la labor periodística tendría que estar exenta de una regulación jurídica, como la tienen cualquier otra actividad? Porqué después de todo, ¿quién o qué le da a los medios el derecho de seleccionar el material que publica?

Hay quien afirma que sólo con el código de ética y con el tiempo, la prensa encontrará como por generación espontánea su lugar y su credibilidad y el amable lector y la audiencia, castigará con su indiferencia a aquellos medios que abusen, que tergiversen, que pierdan su objetividad.

Tener este marco jurídico va a permitir que cualquier ciudadano se defienda si se siente afectado por alguna información o por el ejercicio informativo; pero también va permitir que los periodistas tengamos los elementos legales para defender nuestro trabajo de cualquier abuso, ataque o censura.

El tema es difícil y complejo, sin embargo creo que es necesario que en este marco de transición democrática, los medios también reflexionemos sobre la conveniencia de hacer cambios y adecuarlos a los nuevos tiempos. Es por el bien de la sociedad y de los medios.

Cualquier ciudadano tiene derecho a expresar sus puntos de vista acerca de cualquier tema y de hecho en las reuniones familiares son comunes las discusiones políticas de sobremesa en donde todos expresamos nuestros puntos de vista, especulamos sobre la corrupción, sobre la UNAM, sobre la carestía de la vida, y demás. De hecho los mexicanos ejercemos este derecho en nuestros hogares, centros de trabajo y lugares de reunión social.

En el caso de los medios, nos enfrentamos ante la cuestión de que si el ejercer el derecho a la información, es que cualquier ciudadano tenga derecho a hablar de cualquier tema en cualquier momento.

En sentido estricto y apegándonos al artículo de la constitución mexicana antes mencionado, podríamos decir que sí, que cualquier debería de ejercer el derecho a decir o escribir a través de algún medio de lo piense de tal o cual cosa. Pero entonces los medios de comunicación serían insuficientes para darle espacio a las opiniones distintas y diversas que cualquiera de los millones de ciudadanos pueden tener.

Evidentemente esto es imposible; así las cosas los medios de comunicación por obligación y por organización «nos reservamos el derecho de admisión». Digamos que nos adjudicamos el derecho de seleccionar las opiniones que se publican. Claro que hay una serie de espacios para ejercer derechos como el de réplica –es decir la oportunidad de responder en el mismo espacio a alguna información en la que se vea uno involucrado–, las cartas al director, que obligan a casi todos los medios –desgraciadamente hay excepciones sobre todo en medios electrónicos en cuyos casos aún no hay una legislación específica– a dar oportunidad de responder a acusaciones o menciones que puedan perjudicar a un ciudadano.

Así pues, los que trabajamos en los medios tenemos que ejercer el derecho de seleccionar el material que se publica o se trasmite; luego entonces no podemos permitir que se publique todo lo que nos envían. ¿Pero esto es una flagelación a la libertad de expresión?

Claro que no, porque si permitiéramos que todos opinaran de todo y sobre todo, los medios serían una «eterna cena de negros», un ensordecedor trinar de opiniones que difícilmente podría ser digerido por un lector, un radioescucha o televidente.

Así podemos aventurar algunos apuntes para acercarnos a una definición de lo que es la libertad de expresión.

La libertad de expresión al igual que la tolerancia, se ejerce; es decir, cada día y ante cada hecho, en nuestro trabajo periodístico se pone y se pondrá siempre a prueba nuestra tolerancia y apoyados en esta y en el equilibrio, podremos ejercer responsablemente la libertad de expresión.

Así pues, la máxima expresión de la libertad de expresión no es que cualquiera pueda orinarse en las paredes tapizadas de propaganda priista; sino externar con razones y con hechos, críticas y comentarios, a favor o en contra, para defender o censurar, etcétera.

Así los medios ya rebasamos aquella etapa en la que, ejercer el derecho a la información era hablar mal del PRI o del gobierno. Esa era la prueba de fuego para que cualquier medio verdaderamente comprobara que era independiente y que ejercía su libertad de expresión.

Hoy hablar mal del gobierno puede ser tan rentable como antes era hablar bien de él. Y de hecho hay medios de información cuya línea editorial es precisamente esa.

Que un medio de comunicación se proponga defender el ideario de un partido político, cualquiera que este sea, no es malo de suyo. De hecho hay diarios en todo el mundo que son los medios oficiales de expresión de partidos políticos. Lo mismo también en el caso de que un medio se proponga alabar y defender al gobierno, no es malo de suyo. Lo malo sería que todos los medios se dedicaran a defender a un solo partido o a alabar al gobierno, como de hecho sucedía en nuestro país hace algunos años.

Hoy es diferente. Encontramos en los medios de comunicación, lo mismo diarios o medios críticos y otros dispuestos a defender al gobierno. El mito de que al presidente de la república o la virgen de Guadalupe no se les tocaba, ha caído. Hay diarios como La Jornada, que se dedican sistemáticamente a hacer escarnio a través de caricaturas, del primer mandatario, sin que nadie diga nada. Pero insisto, esto no es malo ni negativo, al contrario, eso demuestra que en México, sí se ejerce la libertad de expresión.

Los medios en conjunto ofrecen a la sociedad una variedad de puntos de vista, en los que se aprecien opiniones diversas y contrarias en muchos casos. Así las cosas, por fortuna podemos asegurar que nuestro país ha avanzado mucho en eso.

*Texto escrito en el año 1998, pero que recoge inquietudes que a pesar del tiempo siguen siendo vigentes, aunque algunas otras refleciones estimo ya están rebasadas. Con todo creo que es rescatable.

 

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José Luis Benítez Armas

Es importante el avance que significará la elaboración y promulgación de la ley de acceso a la información que aquí se discute. Sin duda ayudará a transparentar y clarificar las obligaciones que tienen las instancias de la administración pública de cualquier nivel, con la sociedad a la que gobierna.

Sin embargo esta nueva ley no puede verse como la panacea de la transparencia y una herramienta mágica para acabar con la corrupción; esta ley por sí misma no va a resolver los problemas de información y claridad de la acción gubernamental, ni va a hacer que forjemos una sociedad más y mejor informada, si no se acompaña también de un marco legal que concrete las obligaciones que tienen los medios de comunicación con la sociedad y los límites de su quehacer.

Apenas estamos en la clarificación en la relación poder político-medios; pero aún falta el marco jurídico que regule la relación medios-sociedad.

Cuestiones como el derecho de réplica, las filtraciones informativas, el anonimato de las fuentes, el “litigio en medios”, el respeto de la vida privada, entre otros son temas pendientes que deberán de analizarse serenamente para actualizarlos en un futuro marco jurídico.

También hay que reconocer que esto requiere la profesionalización de los reporteros y demás trabajadores de los medios, el respeto de sus derechos laborales y profesionales en su relación con los dueños de los medios y el reconocimiento social de su labor.

Sin embargo yo quiero hacer algunas reflexiones sobre la labor periodística actual, recalcando que la sociedad mexicana será cada vez más exigente con los medios y quienes laboramos en ellos, tenemos que prepararnos para los profundos cambios que se vienen.

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Hoy en día la prensa en México ha desarrollado de manera implacable y extrema su espíritu crítico. Hoy como nunca antes, criticar a cualquier funcionario de cualquier nivel gobierno en los diarios, en la radio y la televisión es un deporte nacional. Antes era un desafío y una afrenta al poder, hoy es ya cotidiano verlo.

Sin embargo lo que más falta hoy a la prensa nacional es el espíritu autocrítico. La conciencia plena de las limitaciones propias del diarismo y su implacable e inclemente ritmo, su exigencia cotidiana, su apresuramiento, su necesidad de tomar decisiones rápidas y eficaces. Aceptar sin tapujos que este es un oficio en el que es posible y muy probable, equivocarse. Aunque a los medios no nos guste reconocer nuestros errores.

En la actual sociedad mexicana la prensa –a mi parecer– no ha encontrado su lugar, no ha hallado su papel en esta etapa de la joven democracia mexicana.

Los géneros se confunden. Se opina demasiado, se editorializa más y nos tomamos muchas libertades en nombre de la “innovación” periodística.

Por desgracia, nuestra sociedad mexicana no tiene una prensa y unos medios de comunicación a la altura de los cambios políticos, sociales y económicos que ha vivido el país.

Y no se ve en el futuro que esta situación tenga signos de evolución. Basta ver como en las escuelas de comunicación no se tocan ni por casualidad temas básicos como la ética y la responsabilidad de trabajar en un medios masivo de comunicación.

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Hoy uno de los grandes retos –no sólo en México, sino a nivel mundial–, es cómo hacer prevalecer el derecho a la libertad de expresión en los medios y al mismo tiempo, respetar los derechos humanos básicos de todos los ciudadanos más allá de su raza, clase social, género, preferencia sexual, oficio, trabajo o profesión, capacidades físicas, etcétera.

El respeto de la vida privada de cualquier persona –derecho humano fundamental, si lo hay— es visto como una pequeñez, frente a las necesidades noticiosas de los medios. Si por ejemplo se es funcionario público o artista de la tele; o si por desgracia o por azares del destino se encuentra cualquiera en el camino de la indagación periodística, la vida privada de esos personajes pasa ser sometida por el escrutinio implacable de la prensa.

Los periodistas debemos asumir claramente que tenemos un compromiso muy importante con la sociedad y la ciudadanía. Y ese compromiso está directamente en función de nuestro oficio, la eterna búsqueda de la objetividad, la mesura, el equilibrio y la disposición a escuchar y entender la posición del otro, el valor de la opinión de la contraparte.

Pero ese compromiso también pasa por el respeto a los valores democráticos fundamentales, que tanto trabajo y sangre le ha costado a nuestro país conseguir y consolidar.

Por eso es necesario ahora pasar del periodismo crítico a ultranza que hoy domina el panorama nacional, al ejercicio autocrítico del oficio informativo.

Y esta obligación pasa por la de asumir como propios valores como la tolerancia, el respeto a los derechos humanos fundamentales, la defensa de la pluralidad y las minorías. Y claro está el respeto a la libertad de expresión. Pero omitir en nombre de este derecho nuestras obligaciones éticas, es socavar y cuestionar en sus bases, el contexto social y democrático que nos permite a los periodistas disfrutar de la libertad de expresión que hoy vivimos.

Debemos también fomentar el respeto la legalidad; la solución de los problemas por vías pacíficas y por los cauces establecidos. Hoy se festina en nombre de un periodismo más estridente que verdaderamente crítico, estas muestras de ilegalidad y se culpe automáticamente al gobierno, como el malo de la película y a los grupos inconformes, como los buenos.

Los medios de información ya no podemos movernos con ese maniqueísmo pueril y acrítico. Necesitamos reflexionar en la responsabilidad social que tenemos al informar bien sobre estos hechos. La crítica automática “al gobierno” y la defensa a ultranza de cualquier método de protesta “popular”, es en el fondo una visión parcial de los hechos.

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En resumen debemos reconocer que aún falta mucho trecho por caminar; que la ley del derecho de acceso a la información es apenas un primer paso de los muchos que todos deberemos dar gobierno, sociedad y sobre todo medios de comunicación.

En la alharaca que produce la prensa mexicana los temas de la agenda nacional mediática son efímeros y escurridizos, en la boruca cotidiana de la prensa electrónica, lejos de ser una sociedad más informada, somos una sociedad más bien confundida.

Para concluir cito a Jesús Urbina Serjant, periodista y profesor de la Universidad de Zulia, Venezuela en artículo publicado por el diario Síntesis (sección El País, página 4, 7 de mayo de 2002) que retrata de manera clara lo que sucede en la oferta informativa actual en nuestra sociedad:

“A cualquier precio se busca y se obtiene una noticia, una ‘exclusiva’, sin importar qué tan mal parado resulte el honor profesional de algunos periodistas y la seriedad de ciertos medios. El periodismo en oposición a la política, es una arte en el que el fin nunca justifica los medios. Por ello no se puede más que abominar de recursos como el engaño, el empleo de información privilegiada, el soborno, el acoso a la fuente, el encubrimiento de la identidad del periodista y el uso de instrumentos para la captura ilegal de información (cámaras y micrófonos ocultos, webcams furtivas y otros pertrechos.”

Como podremos ver todo este catálogo de malas artes periodísticas, hoy son el pan de cada día en todos los medios del país.

Reflexionar sobre el quehacer de la prensa, entender en su justa dimensión la responsabilidad social que tenemos al estar en los medios de comunicación, es sin duda necesario para enfrentar la labor informativa en esta naciente nueva sociedad mexicana.

luisbenitez22@hotmail.com

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José Luis Benítez Armas/ pueblaopina.com

Ese afán desmedido por hacer debatir a los presidenciables en sus programas de televisión o de radio que buscan muchos conductores de los medios defeños, francamente se ve muy distante del puro afán democratizador.

La conductora y periodista, Carmen Aristegui tiene como tres meses invitando a debatir a quien se deje. A los priistas, a los panistas en la contienda interna, a la izquierda, etcétera. Ha tenido mala suerte y no ha podido concretar hasta la fecha, uno sólo de sus buscados debates.

Ahora que ya estamos en la contienda grande, no quita el dedo del renglón e insiste en tener en su programa matutino a todos los candidatos a la presidencia para hacerlos debatir. Parece que por fin lo podría hacer el próximo 7 de mayo, sólo falta de confirmar -para variar- Enrique Peña Nieto.

Su argumento –como el de todos los demás periodistas de medios electrónicos-, de que lo que se busca es que la sociedad se entere de las propuestas de cada unos de los aspirantes, que se confronte ante la audiencia las distintas visiones de país, para que la sociedad se forme un criterio más amplio y tome mejores decisiones, suena bien, pero es un tanto falso.

Para empezar hasta ahora, desde hace casi 20 años que se puso de moda el debate televisivo para las contiendas electorales (principalmente las presidenciales), ninguno de los anunciados debates ha llenado las expectativas ciudadanas, ni siquiera la de los medios masivos de comunicación, hasta donde yo recuerde.

De aburridos, incompletos, superficiales, escasos de propuestas, más dados a los ataques personales, discursos endebles, han sido tachados todos. Y no es para menos, es difícil que con los formatos hasta ahora conocidos de debate, se pueda dar un verdadero y genuino amplio panorama de las propuestas de los todos los candidatos. Y siempre al final de este ejercicio todos los contendientes se dicen ganadores.

La amable teleaudiencia ante tal triste espectáculo, a la primera oportunidad le cambia de canal o de estación de radio y sapea en busca de algo más entretenido. Es lógico.

(Son como los clásicos América vs Chivas, siempre los medios van calentando el ambiente, se hace una guerra de declaraciones de entrenadores, jugadores, aficionados, etcétera. Pero los partidos suelen ser en la inmensa mayoría de los casos, aburridos y mediocres.)

Así pues los agrios desencuentros que se dan previo a los debates, su formato, sus fechas y su conducción, son siempre más entretenidos que los mismos debates presidenciales.

Y el afán de tenerlos en sus programas informativos por parte de la mayoría de los conductores y periodistas, tiene que ver más con la búsqueda del rating, con incrementar el peso de la influencia personal en la mass media, que con un verdadero fin informativo. Y es legítimo ese afán, al final los periodistas, los comunicadores y las empresas de medios, todos vivimos de la capacidad de penetración e influencia que podemos tener.

Así pues todo pinta a que una vez más, sea más entretenido el debate previo al debate que pide más debates, que el debate oficial mismo del próximo 6 de mayo. Así también –me temo- así será el de la periodista Carmen Aristegui al día siguiente. Si es que Peña Nieto le entra, cosa que no creo.

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José Luis Benítez Armas

Una buena noticia: el filme documental De panzazo (de Juan Carlos Rulfo y Carlos Loret de Mola) ha logrado en recientes semanas poner los reflectores en una de los rezagos más graves que sufre nuestro país desde hace décadas, la educación básica y uno de sus lastres más graves: el sindicalismo corporativo magisterial (sea el “oficial” del SNTE o el disidente de la CNTE).

Una mala noticia: ni el documental, ni la opinocracia nacional (con algunas pocas y valiosas excepciones), ni la llamada “opinión pública” (sea de “izquierda” o de “derecha”) han logrado articular propuestas o por lo menos proyectos de propuestas que ayuden a paliar este grave problema nacional.

Y es que en esta problemática educativa (que abarca la educación básica principalmente, pero que en diferentes grados y condiciones, afecta hasta a la educación superior y de posgrado) en México lo que sobran son expertos diagnosticadores del mal. El señalamiento necesario e inexorable hacia al dirigente sempiterna del SNTE, Elba Esther Gordillo, como una de las responsables directas de ese rezago, ya se ha vuelto un lugar común. La petición de más y más recursos económicos para el sector, también lo es ya desde hace décadas.

Echarle la culpa de todo este gravísimo problema al Estado Mexicano de hoy, también es un expediente muy manido.

Diagnósticos sobre la mala educación ya sobran. El problema está sobre diagnosticado, lo que como siempre no abundan son las propuestas concretas y viables para buscarle soluciones.

Sobre todo aquellas que no caigan en el eterno pliego petitorio del SNTE (o de la CNTE) y sus personeros que siempre arranca con el clásico “queremos más dinero” (recursos que por cierto han recibo por años, que hoy nos queda claro han servido para todo, menos para mejorar la educación).

Y menos las que no pasen por la misma monserga que arranca siempre con otro clásico “el Estado Mexicano tiene la obligación constitucional de darle al pueblo educación gratuita de calidad, bla, bla, bla …. etc”.

(Ese gran mito genial: la educación en México es gratuita. Falso. La educación en nuestro país cuesta. Y cuesta mucho. Y la pagamos entre todos, tengamos o no hijos en la educación pública. Y el presupuesto destinado por los mexicanos a la educación no es poco, por cierto.)

Estos son los caminos harto conocidos, manidos, recorridos, agotados y que hoy nos han mostrado que no han rendido frutos. Y aquí el viejo Einstein puede acudir en nuestro apoyo con una de sus más conocidas célebres frases: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.

Por ello siempre es y será de celebrar que de la sociedad civil surjan propuestas que busquen construir caminos, elevar puentes, hallar atajos que busquen soluciones al ingente problema de la educación en México.

Surge hoy Educación por la Experiencia, un método creado bajo los auspicios del empresario Armando Prida Huerta que busca complementar la formación educativa que hoy se tiene desde los primeros años hasta el nivel profesional.

De ninguna manera –creo yo- se trata de la creación de una nueva escuela educativa del estilo de las creadas por María Montessori, Jean Piaget o Paulo Freire.

Se trata de un método complementario con el que se busca añadir un valor agregado al proceso educativo: la formación en valores simultanea a la adquisición de los conocimientos en las destrezas básicas.

Así la enseñanza de biología seguirá siendo eso; o lo mismo con la historia, la escritura, las matemáticas, la química, la física, etcétera. Y esa es su principal virtud.

Otra no menor, es la de ser partícipe de las soluciones. Criticar, lamentarse y lamerse la herida por el rezago educativo, pero no mover un dedo para resolverlo es lo que muchos hacen desde las trincheras de la “izquierda” y la opinocracia. Pero asumir una actitud corresponsable sobre este tema, pensar soluciones, construirlas, proponerlas y aplicarlas, eso es entrar en otro nivel.

Sobran los que lamentan y gimen por los rincones nuestro rezago educativo. Pero faltan quienes busquen y propongan soluciones.

Educación por la Experiencia es pues una aportación de la sociedad civil para construir desde la corresponsabilidad, soluciones a un grave problema nacional.

¿Soluciones mágicas? No las hay ni las pretende este método. Participación, proactividad, responsabilidad compartida y el diálogo permanente para la búsqueda de soluciones, ese es el eje de la propuesta.

Ojala surjan mas propuestas de este tipo, para este y para otro muchos problemas que aquejan nuestra patria.

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