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José Luis Benítez Armas

La posibilidad de la candidatura ciudadana en la alianza opositora que buscará la presidencia municipal de Puebla ante el omnipotente PRI, se diluye de manera inexorable.
La desacertada construcción de estas “candidaturas ciudadanas” por parte de respetables, bien intencionados pero inexpertos operadores políticos (como el ex edil Gabriel Hinojosa, la ecologista Verónica Mastretta, entre otros), fueron provocando una fiasco tras otro. Las postulaciones de Amy Camacho, la propia Mastretta, Francisco Bada, etcétera, fueron cayendo una a una por una razón o por la otra, hasta llegar a esta situación de pasmo en la que se quedó esta frustrada construcción opositora y “ciudadana”.
Todo indica que serán de uno de dos connotados panistas (Eduardo Rivera y Humberto Aguilar), de donde saldrá el aspirante que deberá vencer al seguro candidato del PRI poblano a la alcaldía capitalina, Mario Montero, otro personaje íntimamente ligado al actual gobernador Mario Marín.
Así las cosas, la posibilidad de crear un frente opositor construido entre organizaciones ciudadanas y los partidos coaligados (PAN, PRD y Convergencia), para enfrentar a la aplanadora priista, se ha ido diluyendo de manera ostensible.
Claro está que eso no significa que esta alianza antimarinista esté muerta de antemano o que no pueda vencer al aparato corporativo del viejo régimen priista que domina la política poblana.
Eso –creo yo- lo que significa es que no basta con ser “ciudadano” y no tener credencial partidista para construir desde la “ciudadanía” candidaturas o alianzas genuinamente venidas de la sociedad civil y que aspiren a consolidarse y proponer algo positivo al electorado.
Esa idea de desprestigiar a TODOS los políticos, de TODOS los partidos y de pretender idealizar a TODOS los ciudadanos, como el camino para “el cambio” (cualquier cosa que esto signifique o a lo que esto conduzca), creo que esta lejos de la realidad social y política que hoy vivimos e Puebla el país.
Es por esto ampliamente recomendable el artículo del maestro Fernando Escalante Gonzalbo que se publica en Nexos de marzo, donde plantea una perspectiva histórica de esta añeja nostalgia intelectual por la “falta de ciudadanos”.
Lo que si va a hacer es que va a quitarle filo y fuerza al frente opositor que hasta hace un mes se veía mucho más fuerte y con posibilidades reales de crecer ante una contienda que se ve desde ahora inequitativa, con una aparato electoral con fuertes ligas priistas, con unos medios de comunicación unánimemente descreídos de las posibilidades reales de esta alianza opositora y claramente inclinados hacia el mandatario priista y con lo que parece ser una absoluta predominancia del panismo poblano por sobre sus partidos coaligados (cosa no tan extraña si vemos los fríos resultados electorales de la última década, pero que no deja de ser un obstáculo real para unificar al votante opositor).
Con todo va a depender de la inteligencia, audacia, eficiencia y eficacia del “cuarto de guerra” de Rafael Moreno Valle y el frente opositor, para que se construya una alternativa creíble y convocante del voto para el mes julio.
Todavía todo esta por verse. Si no lo creen amables lectores, espérense unas semanas.

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Por: José Luis Benítez Armas

La posibilidad de las alianzas partidistas en el próximo proceso electoral ha generado una serie de controversias y comentarios a favor y en contra, que me motivan a hacer las siguientes reflexiones en torno a esa posibilidad, específicamente para el caso de Puebla.
Las alianzas partidistas en la actual coyuntura política en el país, no se pueden entender con una perspectiva nacional. Es decir, es claro que después de las elecciones del 2006, la relación política entre PAN y PRD quedó más que rota. En ese sentido hablar de que se puedan unir dos fuerzas que en el conflicto postelectoral del 2006 se dijeron de todo y se acusaron de toda clase de tropelías, suena no sólo ilógico, sino contraproducente para las fuerzas partidistas que se desean aliar.
Sin embargo desde una perspectiva regional, la situación cambia radicalmente.
Mientras en la política nacional la alternancia ha creado más o menos un equilibrios de pesos y contrapesos entre los poderes de la república (tan es así que hoy el problema de nuestro gobierno federal, no es el absoluto poder del presidente de la república como lo era antes, sino las trabas a su gestión por parte del Poder Legislativo), el nuevo escenario político en los estados de la república luego de la alternancia en el Poder Ejecutivo federal, es bastante distinto.
Lo que ha sucedido es que en muchos de los gobiernos estatales en los que no ha habido alternancia, los mandatarios estatales han acumulado un gran poder y han devenido en una especie de cacicazgos regionales, que controlan los poderes legislativos y judiciales de sus estados y que han logrado manejar a su antojo presupuestos, legislaciones, medios masivos de comunicación e incluso a algunos sectores de los partidos opositores, como es el caso de Puebla.
Es decir, el esquema autoritario que gobernó al país en los casi 70 años del control monopartidista del PRI, ahora se reproduce en muchos de los estados de la república que en este año tendrán contiendas electorales, entre ellos Puebla.
En esa perspectiva, la lucha electoral que se gesta en algunas de estas entidades es por romper el círculo vicioso que estos cacicazgos partidistas mantiene en sus entidades (consiguen más recursos, que manejan discrecionalmente para ganar elecciones, victorias electorales que a su vez les permiten manejar más recursos, etcétera).
Así las cosas, la posibilidad de las alianzas electorales se priorizan no sólo para conseguir el poder político, sino para romper los ciclos autoritarios que se están entronizando en muchas de las entidades del país.
En ese sentido, en las transiciones democráticas de muchas regimenes autoritarios, las alianzas no son extrañas, al contrario, son útiles y pueden ayudar a empujar el desarrollo democrático de las sociedades.
Ahora, que la alternancia de suyo garantice mejor gestión gubernamental o que impida que se construya otro cacicazgo pero ahora con otro signo partidista, tampoco se puede garantizar.
En cualquier caso el gran reto de los partidos aliancistas es generar un programa de gobierno dirigido y perfilado hacia un verdadero cambio que garantice a los ciudadanos de Puebla un gobierno más eficiente y eficaz, que tenga mejores resultados en los rubros básicos (educación, salud, empleo, seguridad pública, crecimiento económico, mejores servicios, etcétera), que garantice transparencia y que combata la corrupción de fondo.
Ahora, ¿están preparadas las fuerzas políticas opositoras al PRI poblano, a crear consensos que garanticen esta evolución política, con gobernabilidad y mejores resultados?
Eso está por verse.

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